Este tema cae por su propio peso. En las principales ciudades del Ecuador es común ver deambular, especialmente por las zonas comerciales, grupos familiares de indígenas de la serranía en estado de mendicidad.
Y la pregunta es válida toda vez que se nota una organización y orden entre los individuos que piden dinero al transeúnte, al comerciante, al conductor. Están tan bien ubicados, en sitios estratégicos, aún cuando están recién llegados de sus terruños y no tuvieron tiempo siquiera para conocer la ciudad.
Se colige, entonces, que se trata de bandas de traficantes de personas que financian y organizan los viajes desde comunidades del interior de provincias con mayor pobreza, a las que explotan y esclavizan en la mendicidad.
Este grave problema social no ha sido tratado a fondo por las autoridades y menos por los líderes indígenas que hace rato han perdido credibilidad, por cuanto solo se dedican a los asuntos que representan ingresos económicos que ellos manejan a su arbitrio y por lo cual se niegan a ser regulados, como ocurría con las canonjías por la permisividad demostrada con las empresas mineras en la explotación de recursos naturales en jurisdicciones de sus comunidades.
Hasta la presente fecha, el tan mentado movimiento indígena no ha hecho una propuesta a nivel de política de Estado para que se pueda solventar el estado de mendicidad de sus coterráneos, que ven destruido su núcleo familiar e, inclusive, son objeto de maltratos y vejámenes a diario.
Cuándo se verá una respuesta de los líderes indígenas, que reciben asesoramiento en ciencias, en leyes, en política -especialmente-, pero que no velan por lo más importante y la razón de ser de las luchas organizacionales, que es el ser humano en situación de vulnerabilidad.
Ayuden a su gente, a sus parientes y coterráneos. Hagan de la solidaridad con los propios la principal razón de su publicitada lucha reivindicatoria.
Atentamente,
Pedro del Solar
Durán - Ecuador