Si caminamos por las calles de la urbe porteña, no sorprende que, así como se regeneran las calles, la mala calidad de los materiales -como baldosas y adoquines- no soportan el tránsito vehicular y peatonal. Se rompen o desprenden fácilmente, la mezcla del cemento no es la apropiada y es fácil notar las piezas flojas al golpe de un bastón.

Creo que lo mejor es retirarlas totalmente y no parchar. Bueno. Además, alguien ‘ingenioso’  ha retirado las rampas de las puertas de los buses de la Metrovía y ahora resulta que queda un peligroso espacio entre los pisos de la estación y del vehículo. Al subir o bajar atropelladamente, un pie puede quedar entrampado y alguien podría perder su extremidad. Es decir, los  buses se caen a pedazos: no tienen mantenimiento. Otra sorpresa muy desagradable a mi llegada a la Terminal Terrestre fueron los puentes peatonales: los techos están llenos de una gruesa capa de polvo y el piso convertido en un basural, parece que no hay barrenderos.

Además, los  mendigos y vendedoras de comida que se sientan a lo largo del puente obstruyen el paso. Las barandas están destruidas y se robaron los tubos de protección lo cual deja peligrosos huecos para el peatón.

Los famosos policías ‘pretorianos’ están conversando, les pregunté dónde podía retirar una encomienda y, bueno, parece que son mudos, ya que solo señalan con el dedo y, de paso, lo envía a uno en dirección equivocada. Son prepotentes, ni siquiera una  pizca de cortesía. Esa es la cara sucia que presenta nuestra desaliñada ciudad al visitante. ¡Qué vergüenza, señor Alcalde!

Héctor García Rivera