En ocasiones anteriores subrayaba que la disposición de asistir los maestros ocho horas diarias a su institución educativa, conculca su derecho al buen vivir y el de sus familiares, efectos adversos que pueden corregirse, contabilizando ese lapso en períodos de 45 minutos. Es decir, permanecer en el plantel el tiempo que dure la jornada pedagógica. Esto no es para lograr tratos privilegiados, sino porque la responsabilidad de lograr la calidad del aprendizaje es compleja y exige una dedicación total que, por falta de tiempo y condiciones apropiadas en los planteles, no se la puede realizar.
Además, con la elevación de la carga horaria a 30 horas semanales, el Estado ahorra. Pero con ello tampoco vamos a sacar a la educación de su crítico estado de obsolescencia. Hay que darle tiempo al educador para que cumpla con todas sus actividades y obligaciones, sea como docente o como ser humano, dentro y fuera del plantel. Hay que empezar equipando los centros educativos con tecnología moderna. Es decir, es prioritario crear un ambiente de consenso y responsabilidades compartidas para atacar el punto neurálgico que impide arrancar hacia la calidad educativa e implementar acciones de manera secuencial, ordenada, con criterio técnico y firme.
Eso sí, se debe evitar al máximo responsabilizar al docente de todos los males que aquejan a la educación, aunque reconozco que tenemos muchos. Pero hacerlo es derribar los puentes y desunirnos. Es caer en prejuicios maniqueos, que nos divorcian y ninguna solución aportan a un problema anquilosado y profundo, nacido intencionalmente defectuoso, en las estructuras caducas del capitalismo neoliberal, extranjerizante y oscurantista.
Con treinta horas/clase semanales y diez de actividades complementarias, cada maestro debe hacerse cargo de un número mayor de cursos, programas y materias. ¿Coadyuvará a mejorar la calidad educativa esta decisión que, al parecer, prioriza ante todo el agotamiento del docente? ¿Es pedagógico que un educador desarrolle un promedio de seis a ocho horas/clase al día, en un estado de cansancio y fatiga? Recordemos que la revolución también requiere rectificaciones sobre la marcha, justamente para despejar el camino hacia las metas propuestas. Un tema tan delicado como el de la educación debe ser tratado con mucho cuidado y pensando siempre en el progreso de la patria.
Estas reflexiones de ningún modo buscan rehuir obligaciones, tampoco hacerle el juego a la derecha rabiosa, resentida y visceral; más bien propugnan allanar el camino para fortalecer la revolución educativa, haciendo de esta actividad el mejor instrumento para abatir el Estado oligárquico porque, como bien decía Martin Luther King: “Cooperar pasivamente con un sistema injusto hace al oprimido tan malvado como al opresor”.
Atentamente
Lic. Jorge Mora Villavicencio
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Machala