Hace un par de semanas fuimos, como miles de ecuatorianos, en una repleta sala de cine, a ver el documental de María Fernanda Restrepo, "Con mi corazón en Yambo". Tiene una duración de dos horas y, a pesar de ello, uno no se aburre, no se pierde el interés, no se cabecea.
Lo decimos, aunque parezca insulso, porque a nuestro juicio esa (la del documental) es una de sus tantas virtudes. Hay que entender que se están contando hechos históricos, acaecidos hace 23 años, cuando varias generaciones de espectadores eran aún muy jóvenes, niños, para tener un criterio formado; o quizás no habían nacido.
El recorrido que transitamos con María Fernanda no tiene fisuras, sitúa a cada personaje en su justa dimensión y al rol que le tocó a cada uno... y el que pretendió asumir cada uno.
Simplemente narrando con sencillez, sin caer en el panfleto, en la elaboración intelectualoide o el melodrama. Varios de ellos, cuando responden a la justicia de la época, se nos asemejan a participantes de una mala opereta. Y la partidocracia y presidentes de esos tiempos tampoco se quedan atrás: prepotentes, timoratos y/o despistados, según sea el caso que valga la pena resaltar.
Hace poco escribimos algo sobre derechos humanos y exaltábamos a las madres y abuelas de Plaza de Mayo. Es correcto, pero junto a estas, la lucha singular -y en muchos momentos solitaria y en soledad- de la familia Restrepo debe reflejarse en todo escenario en el que se recuerde o se libre una contienda por el respeto a la vida.
Hay también una nueva generación de policías de tropa y oficiales; aun después del 30 de septiembre albergamos la mayor esperanza porque sea diferente. Arriesgan su integridad contra una delincuencia común y organizada que viola diariamente los derechos humanos del ciudadano común. La sociedad los requiere en esa encrucijada, enmarcada en la ley, aunque cueste aceptarlo y entenderlo.
Qué bueno es ver, en el documental, cómo el caso Restrepo se usa como ejemplo y enseñanza de cómo no deben actuar las fuerzas del orden, llamadas a servir y proteger. La conspiración de silencio debe terminar, por conciencia o recompensa (ojalá sea lo primero).
Es un compromiso de revolución, dentro de todas las revoluciones que se impulsan desde la Revolución Ciudadana. La familia Restrepo merece un duelo, y como le dijo una niña (más o menos recuerdo) cuando se le acercó en la plaza, según contó don Pedro en una entrevista: "Por buscar a sus hijos, usted merece todos los helados del mundo".
Andrés Martínez Arrata
Sociólogo
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