De seguro no hay ninguna otra política pública social que sea tan rápida, efectiva y fuertemente redistributiva y más éticamente justa que la salud. Por ello, hay que comprender lo que nos estaba pasando a los ecuatorianos: un país rico, pero lleno de pobres, no solo de pobreza de bolsillo sino de la peor de las pobrezas, que hacía que muchos ecuatorianos tengan cuerpos pobres y enfermos por no tener dinero ni acceso equitativo a atención sanitaria.
La teoría del capital humano -que hace veinte años muchas personas vienen sosteniendo y que hoy ya tiene mucho más consenso internacional- ofrece diagnósticos de por qué el nivel de potencialidad de crecimiento económico de Latinoamérica no fue lo explosivo que debía haber sido. Y todos dicen lo mismo: el problema fue la inequidad.
¿Habrá alguien que dude que se ha combatido fuertemente la inequidad y la pobreza durante los últimos cinco años? Yo creo que no, porque quienes nos gobiernan se dieron cuenta a tiempo de que no hay peor pobreza que la del cuerpo. Se puede decir que una pobreza de cuerpo es determinante de cualquier otra pobreza. Si nosotros creemos que el activo de un país, no solo desde el punto de vista ético y moral, sino desde el punto de vista de su desarrollo económico, es su gente, su población y el valor agregado que ese activo tenga; claramente no hay ningún valor agregado que pueda dársele a alguien que no tenga salud.
Si no se tiene salud primero, de nada sirve -me atrevo a decir- incluso tener educación. Y nos consta que la inversión en estas dos áreas sociales ha sido enorme durante la administraciòn del señor presidente Correa. Un proceso educativo, además, creo, tiene otro inconveniente: ese valor agregado exige muchos años para ser incorporado, pero si no se tiene salud, no solo cuesta incorporarlo sino que, además como activo, le dura muchísimo menos tiempo como consecuencia de no tener la capacidad de preservar ese capital.
Estamos por el buen camino: entendamos que desde que recuperamos la democracia, en 1979, nunca se pensó en salud como política de Estado a largo plazo. Lo que había antes era mucha cosmética asistencialista, bastante demagogia sanitaria repetitiva, abundante politiquería clientelar de falsos tecnócratas salubristas; hoy cambiaron las cosas, hay un gobierno con un norte claro: atención primaria de salud, promoción y educación para la salud, participación e inclusión social ciudadanas, todos estos factores están fortaleciendo poco a poco las capacidades técnicas de los espacios de concertación nacional y en lo institucional llevaron hacia una nueva reingeniería del Ministerio de Salud Pública que vislumbra por fin la creación de una Dirección Nacional de Articulación y Manejo del Sistema Nacional de Salud y de la Red Pública, y la adopción de un enfoque programático por ciclos de vida, en donde la comunicación intra e intersectoriales implican cambios sistémicos de un avance constante en el que el organismo rector no tendrá descanso ni vuelta atrás.
En poco tiempo el sistema sanitario ecuatoriano dispondrá de un primer nivel de atención de alta capacidad resolutiva con un gran fortalecimiento de estrategias de promoción de la salud y prevención de la enfermedad que irán convirtiendo en realidad los derechos ciudadanos universales.
Atentamente,
Pablo Izquierdo Pinos
Médico salubrista
Asesor presidencial en Salud
Quito