La semana anterior el Instituto Económico de Estadísticas y Censos (INEC) y la Secretaría Nacional de Planificación (Senplades) presentaron cifras parciales sobre el censo económico que se ha desarollado en el país en los últimos meses. Para sorpresa de nadie, estas cifras demostraron que el 72% del comercio se concentra en Quito y Guayaquil, convirtiéndolos en los grandes polos económicos del país.
Estos resultados invitan a reflexionar sobre la forma en que se mantienen ciertos privilegios hacia las ciudades más grandes del país.
Nadie niega que la capital y el puerto principal han logrado su estatus gracias al trabajo y pujanza de sus habitantes, pero no es menos cierto que la historia del país ha demostrado como han existido privilegios tributarios, leyes específicas y con dedicatoria para estas urbes.
Justamente esa bonanza comercial ha provocado que ambas ciudades, por lo menos en las últimas cuatro décadas, hayan cuadriplicado su población gracias a la migración de otros ecuatorianos hacia estos polos de desarrollo. Eso, a su vez, trajo los cordones de misera que rodean a estas metrópolis por las inequitativas distribuciones de los recursos.
Es hora de que en el país se abran oportunidades a otras latitudes de nuestro mapa y de pensar, con mayor urgencia que nunca, en la elaboración de una ley antimonopilios que impida la concentración de las riquezas en dos ciudades.
Jorge Vita
Guayaquil