Las sentencias de los distintos tribunales a los que les tocó resolver juicios por injurias planteados por funcionarios del Gobierno, desde el Presidente de la República, pasando por el Secretario de la Administración, presidente del Banco Central... trae al entablado un aforismo: periodistas de oposición, injuriadores son.
Esto en referencia a la sentencia que se dio contra los directivos de diario El Universo y su ex editor de opinión; las pruebas practicamente desestimadas de lo que aseguraron los autores del libro El gran hermano; del fallo contra la dirigente indígena Mónica Chuji; y recientemente el dictamen que condena al propietario del diario Hoy.
El aforismo que pende como “espada de Damocles” sobre determinados periodistas, también apunta a políticos de “boca suelta”, acostumbrados a lanzar insultos e injurias contra cualquiera que les represente un obstáculo a sus personalísimas pretensiones. Algunos aún se ocultan y cobijan en la -a mi personal parecer- vergonzosa inmunidad parlamentaria, de la que todos los que tienen “rabo de paja” se aferran para “sacarle el cuerpo” a la justicia.
Mas, sin embargo, llama fuertemente la atención que los injuriadores sentenciados no dejan su soberbia, aunque la arrogancia que demuestran no es más que una débil careta para ocultar su vergüenza de haber sido descubiertos y expuestos ante la vindicta pública en la dimensión de sus mentiras.
Sin embargo de ello, los injuriadores han recibido el perdón de las víctimas. Mas no de la opinión pública. Sus acciones deberán ser recordadas por mucho tiempo, para que las generaciones presentes y venideras conozcan lo que se debe evitar y se formen con personalidad digna y honorable.
Por un lado, la generosidad de las víctimas de las injurias, que decidieron perdonar a los injuriadores sentenciados, demuestra la sensibilidad ante el dolor humano que es coherente con sus principios de la revolución humana. Y por el otro, la soberbia de los sentenciados no les permite la humildad del gesto de agradecimiento y rectificación de los errores.
Esto es “cosa juzgada”.
Atentamente,
Ramiro Serrano M.
Durán - Guayas