Guayaquil vibró durante la semana anterior debido a la cercanía de una nueva edición del clásico del astillero.
Barcelonistas y emelecistas palpitaron el encuentro con días de anticipación, demostrando así la pasión que ambos equipos despiertan entre los habitantes del puerto.
Como es lógico, todas las secciones deportivas de los noticieros, ya sean radiales o televisivos, dedicaban gran parte de sus bloques a comentar todo lo concerniente al “clásico inmortal”.
Lo lamentable del caso es que gran parte de los comunicadores, inclusive y sobre todo los guayaquileños, insisten en catalogar a este partido -que no deja de ser un sencillo espectáculo público y no algo de lo que depende nuestras vidas- como “de alto riesgo”.
Quizás los fanáticos al rey de los deportes entiendan estos términos como una forma de explicar la importancia que tiene el cotejo, pero no es menos cierto que también trae consigo una connotación de peligro a la integridad de sus asistentes. Aún está fresca en la mente de los guayaquileños la muerte del niño Carlos Cedeño producto del impacto de una bengala en su pecho que fue lanzada por una de las barras que asistieron a un clásico del astillero.
Este caso centró la atención de los medios de comunicación por su gravedad, sin embargo existen cientos de personas anónimas que han sido agredidas en estos encuentros. Es hora de que los comunicadores, que son los guías de la opinión pública, empiecen a pensar antes de hablar con el objetivo de no exacerbar las pasiones en los eventos deportivos.
Carlos Molina
Ciudadela La Saiba