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El Telégrafo

¡Nunca más!

17 de noviembre de 2012

Hay personas que no olvidamos los hechos históricos que han sido relatados por patriotas que mantienen vigente la llama encendida de los héroes del 15 de noviembre de 1922. Era muy temprano y en las principales arterias de la ciudad había un movimiento casi acostumbrado del pueblo valiente de Guayaquil, eran los zapateros, cacaoteros, artesanos, panaderos, ferroviarios, los trabajadores de la cervecería, sindicalistas y gente sencilla que, ávidos de información, querían enterarse de la revuelta que estaba por suceder. Por su parte, la incipiente Central Obrera había organizado a sus bases y en lugares estratégicos comenzaron a lanzar consignas en contra de la carestía de la vida y del gobierno de ese entonces que lo dirigía José Luis Tamayo. Los trabajadores eléctricos, un día anterior a la masacre, habían apagado la energía eléctrica en señal de solidaridad ante tanta ignominia propiciada por el gobierno.

Las condiciones económicas eran un detonante para que toda la población se sumara a la huelga general que se había convocado para el 15 de noviembre de 1922; el precio del cacao bajó de 26 a 9 centavos y esto angustió aún más a los campesinos que labraban su tierra para poder subsistir. Las condiciones de vida de nuestra población eran paupérrimas y la aristocracia de ayer tenía una economía boyante que se convertía en una infamia frente  a la pobreza que soportaba el pueblo.

Los vientos de libertad llegaron a nuestra patria y el triunfo de la revolución rusa estaba en la retina de los obreros, esto coadyuvó para que la conciencia social de la población se integre a las series de movilizaciones que para la fecha se habían efectuado; un mes antes,  la victoria de los trabajadores de los ferrocarriles de Durán elevó el nivel de conciencia al punto que el día 14 de noviembre no menos de treinta mil personas marcharon por las principales calles de Guayaquil rumbo a la Gobernación para entregar un manifiesto en el que hacían conocer sus reivindicaciones; mas, el gobernador Jorge Pareja desechó dicho pedido y encolerizó a la multitud que exigía de Tamayo una respuesta en menos de 24 horas a los planteamientos efectuados por los trabajadores.

La marcha no paró y siguió los recorridos por calles aledañas a la Gobernación en busca de Jorge Pareja, y ya al amanecer del 15 de noviembre de 1922, el gobierno de Tamayo anunció medidas económicas, pero no se pronunció sobre el pliego de peticiones de la clase laboral, y cuando se corre el rumor de que habían encarcelado a algunos dirigentes, los treinta mil manifestantes se dirigieron a la Gobernación para rescatar a los detenidos y en ese momento elementos de la guardia nacional, escondidos en algunas viviendas desde la avenida Olmedo, Eloy Alfaro y Chimborazo, dieron la orden de disparar a la multitud, cayendo los héroes del hambre dispersos por las avenidas de Guayaquil.

El Batallón Vencedores, desde su cuartel ubicado en las calles Pedro Moncayo y 9 de Octubre, y el Batallón Marañón hicieron gala de francotiradores y asesinaron a cuanto transeúnte se pasara por el camino, contaron 100, 200, 300 los civiles asesinados y sus cuerpos fueron lanzados por los milicos desde Malecón y Mejía a las aguas del manso Guayas, de allí nace la obra literaria de Joaquín Gallegos Lara “Las cruces sobre el agua”, donde se describe la cruda realidad de ese fatídico día para los trabajadores y que los ecuatorianos no estamos dispuestos a olvidar. Gloria eterna a Floresmilo Romero, con quien en su momento me privilegió con su amistad, contándome las anécdotas del 15 de noviembre de 1922.

¡90 años que no olvidaremos!

Dr. Clay Ider David Cabrera Espinoza
C.C. 1303770869

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