Tengo indicios ciertos de que el pueblo estadounidense es, en la civilización occidental, uno de los menos informados. Es que me es difícil creer que siendo su pueblo llano quizá el más comprometido con la justicia y la legalidad, no se rebele ante los dislates con mayúsculas que su dirigencia comete. Lo evidente es que los medios de comunicación contribuyen al defecto a través de la información que, ligados a los poderes fácticos de Estados Unidos, administran noticias obedientes a intereses muy concretos. Al parecer, no se manejan hechos, se manejan conceptos con su correspondiente comentario. Son tres las cuestiones que, por el momento y en sus relaciones con los demás estados del mundo, deben ser conocidas y/o analizadas por los ciudadanos de ese gran país, a saber:
1. La supremacía de las corporaciones estadounidenses sobre el bienestar de los habitantes de otros países: Todos tenemos el derecho de privilegiar el bienestar de los habitantes de nuestros respectivos países, a lo que no tenemos derecho es que se produzca a costa del sufrimiento de millones de seres humanos que no son compatriotas. Esto ocurre en desmedro de los más elementales valores cristianos.
2. La guerra como medio de mantener hegemonía económica en el mundo: No conozco que haya parangón en la historia humana con lo que EE.UU. ha hecho en el Medio Oriente, sobre todo en Irak, Afganistán, Libia y Siria. Se mintió al pueblo estadounidense para emprender guerras que dejaron devastados a los pueblos de los países intervenidos; se exprimieron los recursos de esos países en beneficio de corporaciones norteamericanas; se asesinó a millones de personas en nombre de la democracia unilateralmente entendida y, sobre todo, el bienestar de los habitantes que sobrevivieron es nulo si lo comparamos con lo que vivían antes de tan inhumanas guerras, y como cereza que adorna el pastel, no existe la más mínima intención de castigar a los impulsadores y ejecutores de esos crímenes.
3. El doble discurso sobre lo que llaman democracia: El término está venido a menos; la proclama, de labios para afuera, es desmentida por las intervenciones que EE.UU. ha realizado a lo largo de su corta historia. Solo recordemos las genocidas dictaduras latinoamericanas promovidas y auspiciadas por el país autoproclamado el más democrático del mundo. Para los gobernantes del país hegemónico, democracia es un término que sirve a sus intereses y no tiene nada que ver con la acepción pura y etimológica de la palabra.
En fin, son muchas las cuestiones que debieran ser debatidas al interno de ese enorme y rico país. Son muchos los cuestionamientos que, la mayoría de los habitantes conscientes de los otros países que convivimos en el planeta, haríamos si existiese el mínimo interés de mejorar la vida del ser humano en su divina generalidad. Solo el Papa y los gobiernos progresistas de nuestra América Latina responden, conceptualmente y en la práctica, al verdadero interés común y a la lógica irrefutable de sobrevivencia al buscar justicia social para todos.
Kléver Medina Alvarado