He tratado de quitar de mi mente la falta de confianza en el presidente Santos; de dejar de pensar que fue el quien, cuando era ministro de Defensa de Colombia en el gobierno de Uribe, invadió nuestro país y atacó Angostura; y he tratado de hacer a un lado mis dudas al ver como el 26 de septiembre se firmaba el Acuerdo de Paz para Colombia, ante toda la comunidad internacional. Hoy confirmo esas dudas y desconfianza por lo que veo, leo y escucho.
Yo me preguntaba, por qué, si tiene las intenciones de firmar el acuerdo, hace una consulta posterior a esa firma para avalar el acuerdo si lo lógico es hacerla antes. Hoy los resultados y lo que la consulta ha producido, a pesar de no ser vinculante, me dan la razón. Yo deducía que algo oculto había en esa decisión, pues conociendo a su pueblo, que por los miedos y el terror que esos partidos del recalcitrante conservadurismo colombiano han infundido en la gente -que al asistir a votar les matan- no lo iban a hacer, pues a pesar que el 60% de la población estaba por el Sí, ganó el No con una mínima participación.
Leer el primer capítulo del libro, La Paz, publicado en la revista Séptimo día, de El Telégrafo, que saldría luego de la consulta al pueblo de Colombia, me da mucho qué pensar. Allí se cuenta el proceso desde los primeros días y Santos declara que él aplica para las conversaciones las tácticas israelíes que mientras por un lado conversa de la paz, por otro sigue haciendo la guerra, y eso lo aplicó cuando mataron a Reyes en Ecuador, a Tiro fijo en Colombia, y así fue descabezando a los líderes de las FARC EP.
Me confié cuando la noche del 2 de octubre le escuché que a pesar de todo el cese al fuego continúa y resulta que dos días después anuncia que el 31 de octubre es la fecha tope para este. Me confirma que entre Uribe y Santos era la pelea y que ahora el único acuerdo de paz va a ser entre ellos. El resto les importa poco. Y esa comunidad internacional que acompañó el proceso por más de cuatro años no reacciona. Unos cuantos mensajes y la esperanza de que esto se siga conversando. ¿Una burla a la comunidad internacional que refrendó un acuerdo jurídico ya inscrito en Suiza?
No confío en el presidente Santos, perdió la guerra por la paz. Pero lo peor, perdieron todos aquellos colombianos que vivieron el terror emboscados por la guerrilla, por los paramilitares, por el ejército y Policía colombianos, por los narcos: la ruralidad abandonada por el Estado, los que pusieron los muertos y que sin miedo y con esperanza votaron por el Sí.
Entiendo por qué los líderes de la guerrilla no hicieron la entrega de las armas hasta después de la consulta: porque conocen a sus adversarios y tampoco confían. (O)
Analucía Sosa
1703418671