Una de las causas principales para los embotellamientos en Guayaquil es el desorden con el que conducen sus vehículos los ciudadanos. En la ciudad nadie respeta las líneas marcadas en las calles y avenidas y obviamente a quienes controlan el tránsito poco o nada les importa este tipo de faltas. En la Avenida del Bombero, por ejemplo, dos carriles se convierten en cuatro y entonces empieza el caos. Lo mismo sucede en las grandes avenidas del centro, como la Quito o la Machala. Además del desorden y el irrespeto a las normas elementales de conducción existe otro gran problema en las calles de la ciudad: ningún semáforo está sincronizado; es decir, mientras en una intersección la luz está verde en la siguiente el conductor se choca con una roja, así ninguna gran avenida tiene una libre circulación de por lo menos 5 minutos. Igualmente, se ha vuelto clásico en Guayaquil que donde se observa un gran atasco vehicular los conductores afirman que la causa de ese atolladero es la presencia de algún vigilante dirigiendo el tránsito. En la mayoría de casos los conductores no están equivocados, pues es común ver a jóvenes controladores -instalados en intersecciones bien señalizadas, con semáforos funcionando- que detienen la circulación mientras la luz está en verde. Eso sucedió el pasado domingo en la avenida principal de Durán, al ingreso del puente de la Unidad Nacional. Ese día un recorrido de unas 20 cuadras demoró una hora, porque en dos intersecciones varios vigilantes detenían la circulación cuando el semáforo estaba en verde causando confusión, no solo en los choferes sino también en los peatones, quienes no atinaban a entender lo que estaba pasando. Es hora de que las autoridades superiores tomen en serio esta problemática y le busquen solución definitiva. Los embotellamientos, y sobre todo esos absurdos e innecesarios controles, causan pérdidas a los ciudadanos, a la ciudad y al país.
Luis Antonio Espinoza
Guayaquil
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