En la madrugada del 3 de diciembre, me senté a escribir este comentario, entre sentimientos encontrados. Lo hacía con emoción indescriptible, así mismo, estoy seguro de que millones de latinoamericanos y caribeños habrán sentido este éxtasis de alegría y felicidad, porque se había suscrito, en Caracas, Venezuela, un acto de suma trascendencia para la vida económica, política y social de los pueblos de nuestro continente, como es la conformación y consolidación de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), compromiso histórico que marcará -por fin- la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe.
La conformación de este alto organismo dará lugar, sin la más mínima duda, a la liberación de nuestros pueblos de las decisiones unilaterales y autoritarias de los países mal llamados imperios, que a lo largo de 500 años nos explotaron, saquearon y esclavizaron.
Ya no más imposiciones e intervenciones prepotentes de los países que fueron, por sus acciones, considerados poderosos, incluida la misma OEA (Organización de Estados Americanos), manipulada -como siempre- por los norteamericanos, que nunca hicieron nada, cuando se produjo la intervención de los ingleses en contra de la Argentina, de Cristina Fernández, por las islas Malvinas; ni en la intervención, aislamiento y bloqueo comercial a la Cuba de Fidel; ni en la infiltración de dictaduras militares en la década del 70, en Chile de Salvador Allende, como en la Argentina; tampoco se inmutaron en la Nicaragua de Sandino; ni en la intromisión, irrespetando la soberanía del hermano pueblo hondureño, al sacar del poder, usando militares y civiles corruptos, al presidente Juan Manuel Zelaya, quien fue elegido libre y democráticamente por la ciudadanía.
El Libertador Bolívar ya lo señaló en las luchas por la independencia del yugo español: “Los norteamericanos parecen destinados por la Providencia a desatar sobre América una plaga de sufrimientos en nombre de la libertad”.
Este acontecimiento, indudablemente, es un antes y un después en la integración de los pueblos de América y el Caribe.
También dará lugar a una concentración de libertad, bienestar y una actitud de progreso con rostro humano.
Los mandatarios de 33 países la suscribieron, incluido el presidente Correa, quien ya pasó a la historia, no como un mandatario más, sino como uno de los integradores de la “Patria grande” con la que soñó el Libertador.
Bolívar, después de 181 años de su muerte, ya debe descansar en paz.
Del señor Director,
Galo Bonifaz Saltos
Guayaquil