Existen muertos que no mueren porque forman parte de la identidad nacional, siempre palpitan en la memoria colectiva; sin ellos Ecuador no estuviera completo. Julio Jaramillo, como Carlos Gardel, canta cada día mejor; Alberto Spencer, máximo anotador de la Copa Libertadores de América con 54 goles, en tiempos de Pelé; el Cholo Chuchuca y el Pibe Bolaños forjaron la idolatría de Barcelona y Emelec, respectivamente; el imbatible Pancho Segura, campeón mundial de tenis.
Eugenio Espejo palpita por multifacético: periodista, médico, bibliotecario, literato, precursor de la independencia, panfletario implacable; Abdón Calderón Garaicoa, nuestro héroe máximo que peleó en la Batalla de Pichincha; a Juan Montavo lo toman como emblema por el espíritu de lucha contra los tiranos, la elegancia de su pluma, moralista; Eloy Alfaro está presente por revolucionario y constructor, valiente anticlerical, honrado; Velasco Ibarra es admirado por su palabra arrastradora de multitudes y por su honradez, pues a pesar de haber sido cinco veces presidente de la República murió en la pobreza; Manuela Cañizares, Manuela Espejo y Manuela Sáenz son símbolos de feminidad y libertad; Matilde Hidalgo de Procel fue la abanderada de los derechos de las mujeres en tiempos del detestable machismo.
Lcdo. César Burgos Flor