Existen en nuestro país nombres de calles, establecimientos y monumentos en honor a ciudadanos que realmente no lo merecen. Para erigir un monumento, ubicar un nombre en tal o cual dependencia, es menester tener claramente definida la valía histórica de la persona elegida.
Indudablemente que don Gabriel García Moreno, tuvo virtudes cívicas que enaltecer. Su honradez acrisolada en el manejo de los bienes del Estado, su tenacidad invariable en la ejecución de obra pública, fueron notables aptitudes que honrar; pero así tenemos también en él defectos muy acentuados, que en la balanza de la historia pesan mucho más que sus virtudes cívicas. La tentativa de entregar a nuestra país como protectorado francés, la arremetida terrorista contra sus opositores, que lo condujo directamente al asesinato de respetables ecuatorianos que discrepaban con su forma de gobernar, bastan los nombres de Maldonado, Viola, Ayarza, el crimen cometido al joven hijo del coronel José María Vallejo, veterano de guerra, a quien sacrificó frente a su padre, al que luego liquidó al borde de un buque en que exterminó a más de 40 prisioneros. El fanatismo religioso delineo definitivamente su paso por la vida, confundiendo la fe cristiana con el extremismo demoledor contra los adversarios. De él estimamos están demás monumentos, admitiéndose tal vez, nombres de ciertas instituciones a las que realmente defendió.
Sinceramente rechazamos de plano que se honre a José María Plácido Caamaño, El que llegó al poder a consecuencia del inadmisible juego “de cara o sello” de una moneda, el corrupto de “la venta de la bandera”. A este ex presidente no debe recordárselo, sino solamente cuando necesitemos ponderar su traición a la Patria .
Equivocadamente, con seguridad por intereses de la agonizante politiquería, se dice en voz alta, al referirse a José María Velasco Ibarra, “el estadista”. Absurdo calificativo a un ciudadano que apenas pudo cumplir plenamente con un solo periodo presidencial de los cinco que le tocó cubrir en nuestro adolorido país, víctima de la demagogia y el populismo. Este político ecuatoriano no sabía gobernar con lineamientos constitucionales, rompía la Carta Magna sin respeto alguno a la Democracia, vejaba, no solamente a sus opositores en la acción política, sino a sus mismos seguidores.
Indudablemente que se puede hablar de cierta obra física en el país, eso a consecuencia de que gravitó en el quehacer público aproximadamente cuarenta años. En sus gobiernos asesinó a maestros y estudiantes, arremetió contra la Universidad ecuatoriana, a la que, desoyendo principios constitucionales, clausuró. Basta nombrar a Eduardo Flores Torres, Milton Reyes y Rafael Brito Mendoza. Estimamos que debemos revisar la historia y corregir planes de enseñanza y reconocimientos injustificados a falsos valores nacionales.
Ahora se discute por la resolución Municipal de ubicar, no solamente un monumento a León Febres Cordero Rivadeneira, sino un “coloso”, cuando aun todavía no se conoce a fondo el accionar de aquel; de quien, por medio de una “Comisión de la Verdad” especialmente creada, se ha dicho que cometió u ordenó asesinatos no solamente individuales, sino masivos, por lo que han puesto como ejemplo, lo que sucedió en el ingenio Aztra. Con todo respeto a la memoria de este ciudadano público hace muy poco fallecido, somos del criterio que esto debe discutirse sesudamente y permitir que con el tiempo la historia juzgue al controvertido político ecuatoriano, para no lamentarnos después de equivocaciones. La verdad aunque duela.
ARTURO SANTOS DITTO
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