Como ecuatoriana he sido testigo de grandes acontecimientos nacionales, y quizás el de mayor significación es la victoria en el Alto Cenepa. En 1995, los hogares ecuatorianos tenían un padre, hijo, hermano, tío, primo, sobrino o amigo que vestía el uniforme militar y arriesgaba su vida, defendiendo con honor el suelo patrio.
Han transcurrido 23 años y aún vemos admirados cómo ese mismo valor sigue presente en nuestros soldados, con su uniforme pixelado cumplen su trabajo en todo el país, pero también arriesgan sus vidas, porque la milicia es una profesión de riesgo y quienes decidieron seguirla merecen nuestro respeto, ya que dejaron de lado sus propios intereses para proporcionar ayuda, tiempo y solidaridad a quienes más lo necesitan.
Este es un buen tiempo para decir gracias a nuestros soldados por entregar su integridad en bien de la paz y seguridad del pueblo ecuatoriano. (O)
Lic. Olga Velasco Salazar