“Mi barrio es mi barrio, lo demás sale sobrando”, esa es una de las máximas del guayaquileño del río grande y del estero. La determinada cuadra en donde se ubicó o se ubica la casa en la que nacimos o llegamos a temprana edad con nuestros padres, ese es mi barrio.
Ese espacio o calle que amamos guarda los imborrables recuerdos de travesuras infantiles, las correrías de juventud, la madurez previa a la llegada de la vejez de nuestra existencia. Todo aquello está indisolublemente solidificado con el pavimento de esa calle, aceras y bordillos, pareciendo que conocen, que sienten nuestros pasos.
Los amigos que migraron, cuando regresan, luego de estar con sus familias visitan el barrio. Al permanecer en el extranjero, la primera pregunta es ¿Cómo está el barrio? Lo sienten con vida. Y en verdad la tiene y la tendrá, porque fallecen las personas; los barrios, jamás. (O)
César Antonio Jijón Sánchez