Medios tratan de mostrar su verdad de lo acontecido en “La hoguera bárbara”
24 de enero de 2012El viernes 20 de enero se presentó en el noticiario de Ecuavisa el historiador y periodista Juan Paz y Miño. Fue invitado para hacer un análisis de los hechos que se plasman en la novela de Alfredo Pareja Diezcanseco “La hoguera bárbara”, sobre lo acontecido en 1912 que el 28 de enero terminó con la cruel matanza, arrastre de los cuerpos y quema en la hoguera del general Eloy Alfaro Delgado, sus lugartenientes y un periodista radical.
El conductor de los viernes, Lenín Artieda, en sus preguntas cargadas de comentarios sesgados -que general y previamente son preparadas por un productor- intenta “limpiar” la imagen de diario El Comercio por sus comentarios instigadores de la época y que recoge el libro de Pareja Diezcanseco: “Será ... un poderoso estímulo para acabar, de una vez para siempre, con todos estos elementos nocivos para la República. Tal vez la justicia haya unido a Montero con Alfaro para ejercer sobre ellos inexorables reivindicaciones”.
El entrevistador pregunta a Paz y Miño cuál era el tiraje de El Comercio. Y el historiador responde que el número no es lo importante, puesto que, inclusive, el analfabetismo permanecía en la mayor parte de la población. Que eran sus comentarios y opiniones que enardecían a la población mediante lo que transmitían los miembros de la oligarquía.
En el libro se recoge que “En realidad, en los días previos a la masacre, se habían dispersado rumores sobre la intención del retorno de los Alfaro al gobierno. Sus opositores políticos los señalaban como una dinastía tiránica, escaladora del poder. Estas y otras ideas fueron difundidas con énfasis por medio de telegramas y artículos de prensa, logrando influir notablemente en la opinión pública mientras se preparaba el terreno para la masacre”.
Y, entre otras consideraciones propias del entrevistador, sale que “fue la chusma” la que victimó a Alfaro.
El invitado recalca que quienes manipulaban a las masas eran las oligarquías, que estaban en contra de las ideas revolucionarias del general Alfaro. Sobre esto, en la obra señala el autor: “en algunas casas de gente bien se murmuraba: ‘Deben hacer lo mismo con el indio Alfaro’. ‘Todos los Alfaros deben morir’”.
Y en otra de las perlas “mancilladoras”, que para los “defensores de la libertad de prensa” son parte necesaria de la propia libertad de expresión, reniega del liderazgo de Alfaro por cuanto asumió por dos ocasiones la Presidencia de la República sin haber ganado elecciones democráticas. Ante esta consideración, la respuesta le aclara que en aquella época solo votaban los potentados, los propietarios de tierras y negocios, etc. Y que la mayoría de los gobernantes llegaron por la imposición de la fuerza, tanto de las armas como de las ideas sociales, en lo que se enmarca Alfaro.
En el centenario de esta historia magra, pero que es necesario develarla, parece que todavía los descendientes de los instigadores y sus “compadres” y actuales “socios” de negocios tratan de torcer la historia, apelando a su derecho (por versiones de académicos) a expresar su propio criterio y su verdad de los hechos.
Atentamente,
Pedro del Solar
Durán - Ecuador