¿Las marchas tuvieron el éxito político esperado? Los líderes que capitanearon las protestas en Quito, Guayaquil, Machala y Cuenca acarician la victoria y ahora se van por más, comentan. Bien por ellos. Veamos las lecciones que quedan para el país.
Primera: El país vive una auténtica democracia donde existe la total libertad para organizarse, movilizarse y expresarse, prueba de ello son las marchas de la oposición al Gobierno; lo que contradice la falsa afirmación regada aquí y fuera del país alegando la violación de derechos y la vigencia de la Ley de Comunicación tildada de ‘ley mordaza’. Los opositores pasaron de la iracundia a la agresividad. Incluso algún medio de comunicación instigaba un golpe de Estado con explícitos mensajes a la población y a los cuarteles.
Segunda: Los requerimientos fueron incoherentes. No solo se pedía el archivo de las leyes de herencia y plusvalía, sino también la revisión a todas las leyes aprobadas en la Asamblea Nacional, el cambio del modelo económico, etc., etc. Tercera: Aún no se demuestra que las leyes de herencias y plusvalía propuestas afectan a los pobres y a la clase media, ello basta para el archivo definitivo. Cuarta: El rechazo al diálogo nacional por la equidad y la justicia social significa rehusar la discusión sobre la denigrante desigualdad social y la falta de un modelo alternativo que puedan ofrecer. Quinta: Existe un afanoso empeño por cohesionar las fuerzas de derecha y a su alrededor a los sectores mayoritarios de la población aún falseando la verdad. El desgaste del Gobierno es su interés fundamental para las elecciones de 2017. Sexta: La llamada izquierda radical fue muy servicial a los líderes del viejo país, oponiéndose a las leyes de herencias y plusvalía. Sin disimulo respalda a ese dos por ciento de empresarios y a los especuladores de tierras. Séptima: La mayoría de la militancia de Alianza PAIS no advierte el momento actual, no hay respuestas ingeniosas ni oportunas. El sacrificado es el Ejecutivo, que no descansa en aclarar, orientar, movilizar y desarrollar la teoría económica-política en pro de sus ideales de transformación de las viejas estructuras.
Octava: Las marchas tuvieron la tentativa de un golpe de Estado ‘blando’, estrategia que seguirá aplicando la derecha. Nuevamente se intenta asustar con el fantasma del comunismo, igual que las dictaduras en la Operación Cóndor en las décadas del 70 y 80. Novena: Debe corregirse la vergonzosa inequidad económica y social dejada por los partidos políticos caducos y las oligarquías, participando en el diálogo nacional por la equidad y la justicia social. Y finalmente, la décima: Serán marchas o protestas exitosas si se hacen sin violencia, anteponiendo el bien común, sin trasfondo electoral ni por defender las chequeras...
Rodrigo Proaño C.
