A la economía ecuatoriana le afectan algunos males y la brutal oposición se alegra de ello. Muchos, no doctos en nada, fungen hoy de connotados economistas; superficiales todólogos son ahora expertos que critican el manejo económico gubernamental y proponen cambios. Pero, ¿será que nos va tan mal? La educación y la salud llegan a todo el país, magníficas vías sirven a la producción, el comercio, al turismo, a las actividades personales y familiares, el salario mínimo cubre la canasta familiar, la desocupación es baja, el parque automotor ha aumentado grandemente, todos contamos con variedad de electrodomésticos, en el país hay más celulares que habitantes, amplios y modernos servicios estatales brindan facilidades a toda la población; en pocos meses tendremos la mejor infraestructura eléctrica de Latinoamérica.
Junto a tantos índices de bienestar económico y progreso, desde fines del año pasado se produce un frenazo: el circulante escasea, la inversión estatal es reducida, la deuda pública aumenta, hay desbalances fiscales; aún persisten desequilibrios y defectos estructurales históricos (subsanables en decenios de políticas apropiadas y no solo en pocos años). El panorama se completa con las amenazas naturales de estos días y que fanáticos opositores achacan a una falta de prevención -adivinación?- del Gobierno.
Detonante y principal causa del frenazo es la dramática disminución de recursos estatales por la fuerte caída de los precios del petróleo. Sin embargo, la razón de fondo para la fuerte baja de recursos financieros no es un problema económico, sino político; ni es solo local, es mundial.
En el curso de este siglo, EE.UU., siempre con hambre de enemigos, los ha visto crecer: China y Rusia han mejorado grandemente sus economías, principalmente China que le disputa el lugar de primera economía del mundo. En consecuencia, se ve amenazada la hegemonía política y militar norteamericana en el planeta. Los temores aumentaron con la formación del grupo Brics (junto a Brasil, Sudáfrica e India), reaccionando entonces con una soterrada guerra económica con base en la quiebra de los precios de las materias primas, en particular del petróleo; contando con la sumisión de Europa occidental y algunos importantes países petroleros, sus maquinaciones de poder político y económico han facilitado el manejo de la economía mundial en favor de sus intereses. Finalmente, manipulaciones especulativas de los mercados financieros afectaron gravemente al mercado de valores de China.
El manejo de las finanzas especulativas caracteriza la fase más profunda del neoliberalismo en el mundo, razón de las inmensas desigualdades, de crisis y guerras en donde haya petróleo u oposición política.
El objetivo geopolítico de EE.UU. es acorralar económicamente a Rusia, China, al Brics y, de paso, a Venezuela y Ecuador.
No se trata entonces de la economía: a comienzos de año, los costos de producción de petróleo de esquistos era $ 70/bbl, economías de escala los han reducido a alrededor de 40 para ciertos productores. A junio de este año se anunciaba la quiebra de algunos de ellos, pero el Gobierno norteamericano evita su quiebra masiva. Se cuenta, además, con la sumisión de la OPEP, manejada por países dominados por EE.UU., como Arabia Saudita, Kuwait (juegos de intereses de sus jeques, que tienen participaciones de miles de millones en multinacionales de EE.UU., y Europa han inutilizado a la OPEP).
Oswaldo Mantilla