Cuando una hormiga reina cae al suelo después de su vuelo nupcial, comienza su nueva vida de entrega total difícilmente igualada.
Después que la hormiga se desprende por sí misma de sus alas, nunca más volverá a volar y los músculos que utilizaba antes para volar, los usará para alimentarse, pues por algunos meses no podrá conseguir alimentos. Ella vivirá para alimentar a sus pequeñas hormiguitas con las reservas de su propio cuerpo.
Luego de perder sus alas, la hormiga reina comienza a cavar su madriguera, lo suficiente para esconderse de los posibles peligros y enemigos. Una vez dentro de su cueva, la hormiga reina hace más grande la parte final de su pequeña cámara y sella la salida. En el proceso de cavar su madriguera o cueva, la hormiga reina pierde sus mandíbulas y dientes, por consiguiente no podría comer aunque tuviera alimentos.
La hormiga reina en su cueva, por medio de su cuerpo produce huevos, los cuales pone. Cuando maduran, con su propia boca alimenta a las larvas de hormigas con una sustancia que su cuerpo fabrica. Al crecer las larvas necesitan más alimento, entonces la hormiga reina, con lo último que le queda de las reservas, las alimenta; y su única esperanza de supervivencia radica en la inseguridad de que las hormiguitas se hagan adultas y sean capaces de alimentarla ahora a ella por el resto de su vida, colocándole el alimento en su boca, que las alimentó y les dio vida cuando las hormigas eran larvas.
Es sorprendente ver que las primeras larvas se transforman en ninfas mucho antes del tiempo normal para las hormigas, porque, si no fuera así, las necesidades de alimentarse ellas mataría de hambre a la hormiga reina.
Ahora, tras conocer ese ejemplar proceso laborioso y abnegado, los humanos debemos recordar que solo el amor y entrega de la mujer, especialmente como madre, también como esposa, abuela, hija o hermana, es generadora de ese sublime amor, al igual que la pequeña hormiga emerge de sus capullos e inmediatamente comienza a servir a la extenuada reina, quien dio hasta el último gramo de energía y reservas de alimentos; sin ella (hormiga reina), las hormigas no existirían.
La mujer parece encarnar a esa pequeña pero grande hormiga, por su tesón y entrega sin límites, al igual que su amor. No solo un simple saludo a la madre, la mujer merece y se le debe todo el respeto y admiración por esa mezcla de delicadeza innata en ella, mezclada con su fortaleza y lucha por sus vástagos.
Pequeña pero grande y sublime lección de trabajo, sacrificio y amor que nos recuerda el proverbio que dice: “Ve a la hormiga, perezoso, mira sus caminos y sé sabio; la cual no tiene capitán ni gobernador, prepara en el verano su comida y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. Respetando y apoyando a la tierra, madre amorosa, mantendremos la unidad familiar y la suma de esto será la eliminación de la delincuencia.
Atentamente
Ab. Msc. Fernando Coello Navarro
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