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El Telégrafo

Los municipios están sin respuesta efectiva ante la emergencia

01 de abril de 2012

La declaratoria de emergencia no ha servido de mucho en las poblaciones afectadas por el crudo invierno que azota, especialmente, a las provincias de la Costa y algunas de la Sierra ecuatoriana.

Y es que los Municipios que empujaron esta declaratoria que proviene de los derechos constitucionales que le asisten al Ejecutivo, poco o nada han hecho ante el avance de las aguas que arrazan todo a su paso y tienen sumergidas extensas zonas dedicadas al agro y las urbes de esas jurisdicciones territoriales. ¿Por qué no se tomaron medidas preventivas?

Es la pregunta que nos hacemos quienes vemos en nuestras ciudades y poblaciones cómo los ciudadanos que habitan las áreas periféricas deben tratar de sobrevivir a esta calamidad.

Salta nuevamente a la palestra el fantasma de las invasiones y los traficantes de tierra. Ahí están las consecuencias del permisivismo, la negligencia y la inoperancia de los organismos seccionales, que por asegurarse votos para las elecciones, hasta incentivaban estas prácticas deshonestas de formar asentamientos humanos sin las elementales normas urbanísticas.

Son estos ciudadanos, que motivados por la desesperación por tener un espacio propio y una vivienda para su familia, los que accedieron a engrosar estos cordones periféricos de miseria.

Pero son los dirigentes políticos los que manipularon esa desesperación, esa aspiración de seguridad familiar, que en realidad no ha sido más que un via crucis, un caldo de cultivo para el imperio de las bandas delincuenciales, una permanente fuente de propagación de enfermedades, producto de la insalubridad por la falta de servicios básicos como el alcantarillado sanitario y pluvial, agua potable, vías de tránsito adecuadas.

¿Entonces, por qué no se hace algo después de la declaratoria de emergencia o estado de excepción? Por la sencilla razón que no se planifican las obras importantes, porque esas obras no son las que dejan réditos electorales. Y ahora, cuando el daño está hecho y se agrava cada día más por el fuerte invierno, solo les queda el tiempo para planificar ciertas “obritas” para paliar uno que otro descalabro y hacerse publicidad con tintes electoreros, de ser los salvadores de la gente en peligro.

El pueblo no es tonto, y esto seguramente se verá reflejado en las próximas elecciones.

Pedro del Solar
Durán-Guayas

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