Los buenos médicos son los que trabajan para ayudar. El mal médico es aquel que trabaja solo por dinero o por un reconocimiento social. Aparte de la capacidad intelectual para memorizar literatura médica, detectar patologías y deducir diagnósticos, los buenos médicos tienen amor por la humanidad. Ellos lo dan todo en la consulta pública. Por el contrario, los malos médicos solo atienden bien a sus pacientes privados.
El sector público debe librarse de estos malos elementos. Pido a las autoridades que realicen una encuesta a los pacientes e investiguen quiénes los maltratan y determinen quiénes usan recursos del sistema nacional de salud para fines egoístas. Sin embargo, debo decir que el Hospital Los Ceibos del IESS cumple una gran labor: en Emergencias, gracias a la inmediata atención y buen trato por parte del personal de salud, mi hijo salió recuperado. Él fue víctima de un robo y recibió una puñalada que le perforó el intestino, lo que le causó un derrame interno que casi lo mata.
Quiero destacar el trabajo del doctor Wellington Ibarra, un ser excepcional, como profesional y como persona; agradezco su eficaz intervención y cuidados posteriores. Sobre todo, el ánimo que le dio a mi hijo en el momento en que más lo necesitaba.
Finalmente, creo que existen los malos médicos porque se creen inmunes al sufrimiento, ellos no se identifican con el dolor ajeno, y permanecen insensibles, pese a que, en algún momento, ellos también serán pacientes. ¿Qué es lo que sana? Además del eficaz tratamiento, creo que es el amor al prójimo lo que cura. Un buen médico es un ser espiritual que ha comprendido que la vida se extiende más allá de la búsqueda egocéntrica de su propio bienestar. Gracias, buenos médicos, por darme la alegría de pasar con mi hijo en nuestra casa, en esta Navidad y por darle esas palabras de aliento que lo sanaron más que la medicina. (O)
Grace Macías