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El Telégrafo

Los borregos

29 de junio de 2015

Sr. Director.-

De mis consideraciones:

La palabra ‘borrego’, que tanto utilizan los opositores de este Gobierno, parece tener una cierta connotación que va más allá del término lingüístico o peyorativo con el que se pretende denigrar u ofender a una persona que, al contrario, ha decidido apoyar al Gobierno.

La palabra ‘borrego’, por lo que he podido observar en opiniones, foros y ‘memes’, tiene una connotación más de tipo cultural, ya que se reduce a un simple sentimiento de envidia, tan arraigado no solamente en Ecuador, sino también en todos los países de Latinoamérica, donde la cultura del individualismo prima sobre lo colectivo, al representar el ‘borrego’ a aquel que ha llegado no solamente a obtener un beneficio como ciudadano, sea a través de una educación en igualdad de oportunidades, a leyes que garantizan un salario justo, a una mejora de servicios sanitarios, etc., sino también a un sujeto que ha llegado a obtener un cargo público directo o indirecto dentro del Gobierno, cargo que, en épocas anteriores, lo obtenían personas con escasos méritos y que ahora son ocupados por personas que cumplen filtros de idoneidad, de acuerdo al proyecto del Gobierno para realizar cambios importantes en nuestra sociedad.

Por tal razón, y curiosamente, los que más hacen uso de ese término suelen ser o personas que antes eran ‘borregos’ de los gobiernos anteriores o también personas que por A o B motivos (estos son los peores) no han logrado obtener lo que esperaban, siguiendo la costumbre de la política de siempre, es decir, que previamente han trabajado o han hecho campaña por tal o cual candidato, a cambio de obtener un beneficio personal y no pensando en el verdadero cambio que el país necesita -y sigue necesitando-, para estar acorde con el desarrollo de las sociedades más avanzadas.

Para terminar, todo quedaría en una simple anécdota, de no ser porque este término, que se ha traducido primero en un sentimiento y luego en peligrosas acciones, puede llevar a que un pequeño grupúsculo de frustrados trate de hundir a todo un país, ya que al fin y al cabo, en el pasado, para mal o para bien, ellos tenían su pequeña parcela de poder, que les permitía ser diferentes al resto de mortales, sin caer en cuenta que estas diferencias, a la larga o a la corta, repercutían en ellos mismos, sea a través de la inestabilidad política, la migración masiva de ecuatorianos desesperados, la quiebra de bancos o la profundización de desigualdades económicas y sociales. (O)

Saludos cordiales,

Rafael Fernández L.

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