Es muy común ver en los canales de televisión por cable cómo especialistas antropológicos intentan descubrir el comportamiento de nuestros ancestros de las cavernas. Y los resultados han sido fructíferos en los últimos años. Se ha podido descubrir -y todo esto basado en teorías científicas- que “el más fuerte sobrevivía”. Pero esta fortaleza, a diferencia de lo que se intenta ahora rescatar, no estaba basada en muchas ocasiones en la inteligencia o en el instinto, sino en la violencia o en la fuerza bruta con la que unos presionaban a otros.

Es lógico, de esta manera, pensar que los comportamientos agresivos eran señal de virilidad y de dominio en las tribus que en aquellas milenarias épocas dominaban el mundo.

Han pasado miles de años, ya estamos en pleno siglo XXI y parece que en Ecuador aún se añora el tiempo de las cavernas. Y lo más lamentable del caso es que sean las autoridades de Guayaquil las que desean con ansias infinitas el retornar a la época en donde los temas se debatían con los puños y el garrote.

Triste espectáculo el brindado en las últimas dos semanas por los dirigentes socialcristianos. Primero, en una audiencia, en un tribunal de la República, protagonizaron uno de los más bochornosos incidentes de los últimos años. Una turba de desadaptados irrumpió en la sala para tratar de linchar a un grupo -que bien o mal en sus ideas- están planteando recursos legales para la consecución de sus intereses.

Pero para los empleados del Cabildo porteño, el estar en contra de sus acciones es señal de “odio a Guayaquil”, como si ellos fueran los dueños de esta urbe.

Una semana después, luego de que la justicia diera su fallo, dos inefables representantes de las oligarquías porteñas -Cinthya Viteri y Andrés Roche-, cual peleones de barrio, irrumpieron en la Gobernación del Guayas en busca de la cabeza del gobernador, Roberto Cuero, afectando inmobiliario estatal.

¿Hasta cuándo se tendrá que soportar este primitivismo propio de este partido político que ha dominado en Guayaquil desde hace 20 años? ¿Por qué tenemos que ser representados por unas figuras políticas tan reprochables como Viteri y Roche? ¿En qué momento se le ha dicho a este par de personajes que son los representantes de la ciudad? ¿Cómo puede ser posible que aún haya sectores que aplaudan este tipo de actitudes propias de la era de las cavernas?

Las respuestas a estas interrogantes aún las estoy buscando en realidad. Solo me queda pensar en que ese comportamiento de la era de hielo, del tiempo de nuestros ancestros milenarios, aún está arraigada en lo más profundo de personas como Viteri y Roche. Es deber, como se ha repetido en los últimos días, de la ciudadanía el  censurar estos comportamientos que para nada representan a los verdaderos guayaquileños.

Vicente Páez
Guayaquil