Como reacción ante las comisiones de infracciones gravísimas, vuelven los linchamientos y agresiones, es decir, las formas populares de ejecutar la justicia por mano propia aplicando la pena capital, sin esperar el pronunciamiento de los fallos condenatorios de los jueces.
Tres ladrones confesos fueron sacados violentamente del retén en el que estaban detenidos por enfurecidos moradores de Posorja porque los rumores los condenaron como roba niños; murieron una mujer y dos hombres que integraban la banda.
En diferentes barrios de Quito apalearon a delincuentes y asesinaron a uno; perjudicados por robos en Guayaquil y Milagro también golpearon a ladrones.
Los ciudadanos han procedido de estas formas ilegítimas porque están cansados de leyes prodelincuenciales y jueces corruptos que han dejado en libertad a delincuentes, que entran y salen de la cárcel varias veces para seguir matando, robando, asaltando, violando a mujeres y niños…
Lo peligroso de estas agresiones y linchamientos es que pueden ser aprovechadas también por enemigos de personas inocentes para liquidarlas, como ha sucedido en tiempos pasados en otros países con los temibles escuadrones de la muerte.
Con la sentencia de ojo por ojo y muerte por muerte habrá muchos ciegos y muertos. Corresponde a los jueces actuar en derecho para que los ciudadanos vuelvan a confiar en la justicia y cesen las brutales agresiones y los linchamientos; la ley, como aseguró Santo Tomás, debe ser “la ordenación de la razón dirigida al bien común”.
Lic. César Burgos Flor