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El Telégrafo

Ley de Herencias, un punto de vista humano

30 de septiembre de 2015

Resulta desalentador cómo la sola propuesta de la nueva Ley de Herencias, que sigue siendo discutida a nivel nacional, ha conmocionado y hecho surgir a un grupo de personas, aquellas que creen serán afectados sus intereses. Pero esto va más allá, se ve la cara oculta del dios dinero, que se ha manejado en todo ámbito, sea religioso o a nivel familiar. En la visita del Papa, que tuvo un fin pastoral, hubo personas sin ningún despacho en gritar consignas, insultos, mientras pasaba la caravana del Papa, lo digo especialmente en Quito. Se veían expresiones descompuestas en sus rostros, de personas que gritaban agravios a ‘la persona’.

Esa sensación de recibir una herencia, un dinero no trabajado, que no es comparable con ganarse la lotería, implica pagar un alto costo, diría un altísimo costo: la vida de un padre o una madre. ¿Es que acaso la gente que salió a las calles por sus herencias no se dio cuenta de aquel precio? ¿No se dieron cuenta de que mientras estaban en las calles exigiendo por un dinero caído del cielo, deberán realizar un trueque injusto con el mismo cielo, la vida de su padre o madre? ¿O no se dan cuenta de que mientras gritan consignas para no pagar un impuesto habitual en otros lados, habrá un padre o una madre viéndolo desde su ventana, cuestionándose qué ha engendrado?

La mejor herencia que se puede dejar a una persona son buenas costumbres, amor al trabajo para conseguir su propia fortuna, a enriquecerse intelectualmente, a ser una persona balanceada. ¿Qué haría una persona sin estos atributos con una herencia de este tipo?

Es un alto precio que se debe pagar por un puñado de monedas a cambio del amor, la corrección, la presencia de alguien que cuido de ti. Considero que es el peor dinero que alguien con un poco de sensibilidad puede recibir. Habrá de aquellos pocos insensibles que solo esperan que inicie el largo camino su progenitor, en silencio, o fingiendo aprecio a último momento por simple interés.

No hay nada más gratificante que ganarse un dinero con su propio esfuerzo y saber que fue conseguido con la mejor herencia que los padres supieron dar.

¿Y qué hay de aquellos de buena fe que se sienten en legítimo derecho, otorgado por su conciencia? Si esa persona puede hacer la vida de alguien más digna, sería lo mejor. Solo hacer el bien a otros, como proveerle un sustento a través de un puesto de trabajo o financiando su emprendimiento, no regalarles el dinero, ese no es el fin; eso -creería- significa saber usar el dinero de una herencia, porque se reflejará el trabajo de tus padres en la satisfacción que generes a otros y a ti mismo.

Kléber Villa

C.C. 1716419658

Quito-Ecuador

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