Me mira a los ojos para cerciorarse de que su mensaje está siendo aprehendido, yo le correspondo también mirándolo directamente diciendo “estoy captando”.
Pero esa noche llegó lejos, lanzó su mensaje con una burla que me ofendió, no lo pensé dos veces y apenas llegué a casa me dirigí a mi computadora para enviarle mi reclamo mediante el Facebook.
Al día siguiente recibo su contestación, no se disculpa, es más; se justifica extensamente argumentando que lo hizo por ayudarme, a pesar de no haber pisado la Facultad de Psicología, se cree un sabio terapeuta por los libros que, según él, ha leído. Su soberbia y arrogancia me obligan a responderle para no quedarme fría.
Llega el día en que tenemos que vernos nuevamente, nuestras miradas se cruzan y se desvían al mismo tiempo, ambos sabemos lo que está sucediendo, pero también lo evitamos. No podemos hablar de frente porque intrínsecamente algo nos dice que esto debemos solucionarlo por la red social.
Desde ese momento, y por eso medio de comunicación, ha comenzado un intercambio de ideas e ironías que aún desconozco en qué terminará.
Dos mentes brillantes que se ven todas las semanas con la oportunidad de dialogar y armar proyectos sin barreras, irónicamente recurren a un espacio tan reducido como una red social.
Facebook nos ha otorgado la privacidad de discutir este tema personal, pero también nos ha quitado la posibilidad de hablarlo de frente.
Las personas hemos convertido las redes sociales en nuestra droga, en una herramienta indispensable que nos conecta con todo el mundo, pero que a la vez nos está dejando más solos, y como lo escribió Andrés Cárdenas, en el Cartón Piedra, no solo las redes sociales sino también Internet nos están conduciendo al analfabetismo.
Es muy común que entre los 5.000 “amigos” que tenga una persona no conozca la mitad y solo chatee con apenas unos diez, la gente cada vez más requiere un smartphone para estar siempre conectado y hacer “vida social”, aunque esto implique fijar más la atención a las pantallas e ignorar a los amigos y familia.
Las redes sociales son medios de comunicación poderosos que, si las sabemos utilizar, pueden desembocar en hechos trascendentales, como ejemplo está la “primavera árabe”, pero la otra cara de la moneda es la inactividad que nos conforma a escribir fantochadas de dos líneas y dar clic a un “Me gusta”.
Ante la importancia de las redes sociales, ¿no deberían las instituciones educativas, ya sean públicas o privadas, enseñar el uso adecuado de ellas?
Wendy N. Zambrano L.
Estudiante de Comunicación Social
0923161905