Las plañideras existían, según la “Epopeya de Gilgamesh”, 2.000 años antes de Cristo. Posteriormente se convirtió en una de las profesiones más lucrativas, curiosas y originales desempeñadas por grupos de mujeres del Antiguo E·gipto.
Cuando se producía la muerte de alguna persona importante, es decir, poseedora de una gran fortuna, eran contratadas para acompañar el cortejo funerario, para demostrar con su llanto y exóticos actos y movimientos el supuesto dolor que la muerte del personaje producía en la familia y la sociedad. Esta escena teatral, según dice la historia, era muy bien remunerada por la parentela del difunto.
La profesión de plañideras ha vuelto a renacer, ahora ya no por mujeres vestidas de camisones negros y pintadas el rostro sino por grupos que llevan por atuendo frac y careta de colorido político. Ya no lloran junto a un cadáver que van a sepultar, sino sobre muertos insepultos a quienes tratan de resucitarlos; y para ello viajan desesperados de Herodes a Pilatos, allende nuestras fronteras, con maletas repletas de intrigas y mentiras, a postrarse y llorar ante los jeques de los clubes defensores de los oligopolios y de las oligarquías dominantes, que tienen como única consigna y misión defenderse mutua y solidariamente para mantener el dominio económico y político atentando contra la solvencia, honra y estabilidad de los gobiernos progresistas y demócratas que están implantando cambios radicales, para devolver al ser humano todos los derechos que le fueron arrebatados por minúsculos grupos que se adueñaron del país para convertirlo en su productivo feudo y en la sepultura de los humildes.
Estas plañideras piden y exigen, para justificar la “misión cumplida”, que sean sus amos y protectores los únicos llamados a “poner las cosas en orden”, es decir, a meter narices en las decisiones de los Estados soberanos.
Las remuneraciones de las plañideras del siglo XXI no hace falta explicar de dónde proceden. Lo que sí se puede asegurar es que ya tienen asegurada una ubicación en las papeletas de futuras elecciones, en honor y reconocimiento a su “patriótica labor”.
Rafael Cobo Espinoza
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