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El Telégrafo

La tan manoseada y propagada unidad

14 de marzo de 2015

Hace unos meses acudimos al acto de lanzamiento del frente Unidos, vimos en un teatro a reventar de la CCE, como lejos de pensarse a sí mismos como una sola unidad; una unidad, si es eso que aprendimos en la escuela, aquello que no puede ser dividido o separado, se ondeaban banderas de diferentes colores, se gritaban consignas, cada uno de su movimiento y de su representante, ¿será que no fueron a esa clase de matemáticas en la escuela? No, de seguro fueron, el problema es que simplemente no entienden, y si entienden no practican lo que es y representa la unidad dentro de los movimientos políticos y sociales.

Ya decían los y las militantes más antiguos, que antes, en la época de mis papás, de mis abuelos, de los adultos, los movimientos y partidos de la izquierda se peleaban por quién tenía más roja la bandera o quién era más ‘radical’ (entre risas y comentarios sarcásticos); y hoy, un par de generaciones después, parece que no hemos entendido todavía, y que otros no han dejado estas viejas mañas, esas mañas de ser ‘rockstars’, de brillar con luces artificiales, pero eso sí, cuando hay que dar un discurso, cuando hay que hacerle frente a otros que nos gustan menos, ahí sí hay que traer a colación la unitas, la unidad.

Lejos del frente Unidos, la historia parece repetirse en cada espacio, en cada lugar de militancia, donde diferentes izquierdas intentan converger por una u otra cosa, y hablo de la izquierda porque es donde me identifico, donde he militado, donde me punza que pasé, porque al fin la derecha, la burguesía, puede juntarse siempre bajo la prima de sus intereses económicos y políticos primero y si no lo hiciera, solo se afectan entre ellos; pero la izquierda, los movimientos sociales, todos hablan en nombre del pueblo, de las mayorías y llevan el discurso de construir algo nuevo, un mundo mejor, pero entre disputas, rencillas y necesidades de protagonismos, perdemos todos y todas, perdemos quienes dejamos de creer en esos procesos por tantas mañas, perdemos porque el mundo, la sociedad y las relaciones de explotación no cambian con discursos pomposos y acciones que, como diría mi abuelita, borran con el codo lo que se hace con la mano.

Porque mientras unos y unas disputan escenarios, tarimas y protagonismos, las relaciones de explotación se siguen perpetuando, los pueblos siguen siendo saqueados y oprimidos por el imperialismo, Palestina sigue sufriendo el ataque de Israel, el pueblo kurdo sigue peleando para que sus hijos e hijas puedan vivir, las mujeres en la India siguen trabajando para transnacionales que las explotan, se siguen sembrando frutas y verduras transgénicas de Monsanto, a las mujeres nos siguen matando por ser mujeres, y en fin, el mundo sigue su cauce capitalista, imperialista, patriarcal.

O nos juntamos todos y todas, aprendemos de una vez lo que es la unidad; luego de aprender, entendemos que es un todo indivisible y que hace falta más que nombrarla para alcanzarla, y aupamos esfuerzos, juntamos manos y codo a codo construimos procesos de resistencia, de liberación, de construcción y de propuestas; sin negarnos en la diversidad, pintando la unidad de todos los colores del pueblo, pero sin competir para ser ‘rockstars’, que la práctica política no es un reality show, de esos en los que se imita a las estrellas favoritas... o dejamos de nombrar la unidad.

Samantha Gordillo Suárez

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