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El Telégrafo

La servidumbre, un resquicio colonial

23 de diciembre de 2016

Entre la mita, el obraje y la hacienda encontramos a la servidumbre como otras tantas instituciones; todas ellas formas de esclavitud y de explotación laboral.

Millones de vidas cobró la ambición del colonizador, una de ellas resistió, perduró en el tiempo: la servidumbre doméstica. De ser privilegio de la casa grande del gran señor, conforme el tiempo se ‘democratizó’, otros estratos también la alcanzaron,  todos lucrando del débil y en acuerdo por la explotación, al final la vida se les facilitó. Con jornadas interminables sin derecho a la seguridad social, las mujeres humildes eran explotadas sin piedad en un país semifeudal.

La modernidad llegó, a regañadientes la cosa se transformó. Como concesión se dio paso a las relaciones de contratación. Atrás quedó la sirvienta, la propia, la regalada; así apareció el salario que apenas significaba una fracción del supuestamente formal. Las reivindicaciones obreras no les llegaron a topar.

Solo la integración a la modernidad capitalista de las mujeres de la clase media creó las condiciones para que la cosa comenzara a variar. Otras posibilidades, el trabajo en servicios, en comercio, la integración a lo industrial, a la burocracia estatal.

Las condiciones de inequidad perduraron hasta que la Revolución Ciudadana terminó con el resquicio feudal. Se homologó el salario, se obligó con sanción a la afiliación, se redujeron las horas de trabajo y, sobre todo, se recuperó la dignidad. La patria cambió, la conciencia se fortaleció, el pasado oprobioso y vergonzante terminó, los estamentos medios sintieron en carne propia la equidad.

Y es a estas alturas, en un buen día de este año del Señor, suena un grito destemplado que clama por el añorado privilegio; sin pelos en la lengua ni matices que cuidar, plantea que la servidumbre hay que restaurar… bueno, ya sabemos lo que había que esperar… hoy se queja porque al absurdo hay que sancionar.

Hay silencios cómplices que vale señalar, la derecha oportunista a río revuelto piensa pescar, por los votos de unos cuantos nostálgicos desvergonzados que añoran la explotación, con su silencio encubridor creen lucrar.

Yo pregunto a las mujeres de mi patria: ¿Esto queremos reivindicar? (O)

Reinaldo Torres Jaramillo

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