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El Telégrafo

La revolución nos une

30 de abril de 2015

Octavio Paz relacionó a la revolución mexicana el inicio de la construcción de un México distinto que se apartó de la conquista y que construye su presente. Un proceso que en América ha permitido el establecimiento de un diálogo con Europa y Estados Unidos, terminando así con un monólogo y una estructura de pertenencia.

En Ecuador, Alfaro dejó su huella para ese cambio y la inscripción para la conformación de un nuevo Estado. Sin embargo, los rasgos colonialistas de la España más oscura nos dejaron un sentido de pertenencia enraizado en una clase política conservadora en cuyas manos se quedaría el poder.

El quiebre, la indignación marchó en la década del noventa, ahondada por la desigualdad, para dar paso a una nueva etapa para la sociedad ecuatoriana. Existe el mérito que se esgrime en los levantamientos indígenas y las revueltas ciudadanas de enfrentamiento a esa clase política que sin descaro se enriqueció. Esto debe ser considerado como una época de madurez política que nació espontáneamente. Lo que sucedió después de cada ciclo estuvo socapado por el sistema democrático de sucesión.

Años después se produjo la revuelta de abril, con la consecuente salida de Gutiérrez y con lo cual se ratifica el crecimiento de una sociedad política que no está sujeta a reduccionismos. Es así que la clase media se sobrepone a las antiguas confrontaciones de clase para forjar el Estado. La nota más alta la alcanzaría en la designación del gobierno de la Revolución Ciudadana, con características de pragmatismo ante una serie de anhelos pendientes de la década del noventa y también posicionar a la ‘revolución’ con tintes de positivismo.

La revolución se asentó en todos los estratos. Fue sinónimo de progreso, felicidad y desarrollo, rompiendo con todo disimulo que el otro Ecuador conservador nos habló durante años.

Los ecuatorianos fueron capaces de enorgullecerse y de mostrarse con mejores competencias que muchos de nuestros vecinos americanos. La revolución logró pasar del pasado a una realidad creativa con el gran obstáculo de demandar de nosotros nuestro aporte desinteresado y nacionalista. Muchos participamos de sembrar dentro del Estado recambios de pensamiento dentro de las instituciones y sus servidores. El involucramiento es necesario para prolongar el bienestar colectivo sobre la necesidad individual. Parte de esta semilla ha permitido democratizar la clase intelectual que estaba atada al sector conservador. Esto provocó una visión distinta del quehacer del Estado.

Hablar de revolución logró romper las diferencias regionales. Todos nos encontrábamos poseídos por una misma idea. La forma como se identificaban los ecuatorianos con este nuevo simbolismo logró construir un país, así como en México un siglo atrás, que se liberaba del sentido de pertenencia para producir su propia identidad, ahora incluido en el marco global y de modernidad.

Seguramente, ocho años después, muchos han establecido posiciones políticas distintas a las que actualmente se ubica la Revolución Ciudadana. Sin embargo, la revolución ahora es el referente de una sociedad política con participación de amas de casa, trabajadores, campesinos intelectuales, técnicos o profesionales. Si no se hubiera provocado esta revolución, nuestro referente estuviera condenado al 20 de abril de 2005. Siendo así, hoy el Estado nos debería demasiado. (O)

Christian D. Franco C.
C.C. 1717090607

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