Siempre hemos dicho y seguimos diciendo que las revoluciones para que logren el éxito definitivo tienen que ser producto de procedimientos armados y desarrollarse en dictadura; es decir, olvidando en sus años iniciales los procesos electorales e impidiendo a los enemigos del cambio el uso desmedido de los medios de comunicación y otros vehículos que permitan desopinar las acciones del Gobierno de la transformación.
No olvidar que en goce de lo que equivocadamente llamamos “democracia”, los que detentan el poder económico son capaces de cualquier artimaña para desestabilizar y confundir a parte del pueblo. Justamente en el proceso revolucionario venezolano, la maquinaria opositora ha utilizado esos medios y argucias tendientes a confundir; por ejemplo, desde hace algún tiempo ha escondido productos de utilización diaria provocando desabastecimiento y por ende angustias ciudadanas, so pretexto de que “la democracia” ha llegado al libertinaje, siempre apoyados por el imperialismo norteamericano.
El líder de la llamada “Revolución Bolivariana”, en octubre del año pasado de 2012, obtuvo un triunfo contundente con el más del 12 por ciento sobre su opositor. Ahora, luego de que el hombre murió a consecuencia de una acelerada enfermedad (cuyo origen con los años debe ser aclarado), de acuerdo con la Constitución vigente se ha dado un nuevo proceso electoral.
Naturalmente ya sin él, sin el “líder de las manos robustas”, lo que generalmente provoca desconcierto, y con la certeza de que los votos muy rara vez pueden ser endosados, aún con la presencia física del caudillo, es natural que la votación para su tienda política no sea la misma, e inclusive –en algunas ocasiones- se pierdan las elecciones y este fenómeno político ya lo hemos vivido en el Ecuador y en otras partes del orbe. No obstante, ante todas estas circunstancias, Nicolás Maduro ganó las elecciones con más de 350.000 votos de diferencia. Ahora está en manos de los triunfadores y de la comunidad latinoamericana defender el resultado electoral.
Esta premisa nos lleva a la conclusión saludable de que –a pesar del libertinaje político- la Revolución Bolivariana está en marcha y que con el trascurrir de los días, el joven e inteligente y nueva cabeza de la transformación logrará estabilizarse ganando la confianza popular y a pesar de todas las vicisitudes del manejo politiquero, para bien del pueblo, habrá revolución para rato. La verdad aunque duela.
Arturo Santos Ditto