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Cada uno de estos animales fue tomado en cuenta, con fotografías incluidas, en dos matutinos guayaquileños en días consecutivos. Primero apareció la página del toro y luego la de la perra, que mostraron consecutivamente toda la perversidad primero y toda la nobleza luego del alma humana.
La página del toro muestra un animal color noche torturado y sangrante por las banderillas colocadas en su lomo, así como a otro de color marrón recibiendo un lanzazo. El titular de la página y la reseña del sacrificio doloroso del toro cierran el círculo de perversidad.
La página de la perra muestra un animal rescatado por los bomberos de su aprisionamiento entre dos paredes, quienes acarician y tranquilizan al animal. Toda una muestra de nobleza humana.
Estos dos diferentes pronunciamientos de la conducta humana nos induce a pensar que hemos avanzado mucho en nuestro perfeccionamiento psíquico y en la asunción de nuestras responsabilidades de custodio del mundo que habitamos, pero señalan también, en forma preocupante, cuánto debemos avanzar todavía para tener el derecho, que decimos tener, a habitar y dirigir este planeta. ¿Cómo explicar que tanto sadismo habite todavía en el interior humano?
¿Cómo aceptar que seres humanos llenos de perversidad tengan libertad para hacer uso libre de ella?
A veces nos sentimos pesimistas por casos como la tortura del toro, pero Dios nos alienta a seguir confiando en la raza humana al entregarnos muestras de su bondad y preocupación por los seres que dependen de nuestro comportamiento e inteligencia.
Pero quedan preocupantes interrogantes: ¿Por qué se promociona la perversidad? ¿Por qué se alienta el desquiciamiento psíquico de los seres humanos? ¿Por qué se pretende mimetizar un espectáculo cruel y degradante como una expresión de arte? ¿Por qué no combatimos estas patologías en vez de publicitarlas?
Grave responsabilidad la de cada quien, cuando se deba rendir cuentas al Creador.
Ing. Raúl Ávila
C.C. 0900096520
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