Los gansos canadienses se aparean de por vida, y a menudo regresan año tras año al mismo lugar para criar a sus polluelos. Defienden fieramente sus nidos y sus crías contra los intrusos.
Generalmente una pareja de gansos hace su nido y pone sus huevos en un lugar determinado, luego muda sus hijos a un lugar escogido, en donde permanece hasta que los gansitos aprenden a volar. Casi siempre, mientras nadan o caminan, uno de los padres va adelante y el otro detrás, las crías van en el medio.
En cierta ocasión, una pareja de gansos canadienses estableció su nido en la islita de una laguna, cerca de una granja cuyos dueños acogieron con simpatía aquella visita. Todos los años las aves regresaban para criar una nidada. Un verano solo nació un gansito de los siete huevos empollados, pero murió al día siguiente. Los padres se lamentaron por algunos días y luego tuvieron que enfrentarse a un nuevo problema: del bosque vecino llegó un par de gansos con ocho gansitos.
Por alguna razón no conocida, estas aves escogieron la misma granja y la misma isla para pasar la temporada. Y apenas llegaron avanzaron dispuestos a pelear por la posesión de la isla. Por supuesto, los gansos dueños del lugar lucharon por conservar los derechos de su territorio, pero no pudieron derrotar a los invasores.
La noche se acercaba, y aunque la pareja residente aún ocupaba la isla, los recién llegados se posesionaron de un rincón. El granjero y su mujer se acostaron pensando cómo sería la batalla al día siguiente.
Pero se llevaron una sorpresa cuando, al amanecer, miraron hacia el lago y vieron a los ocho gansitos nadando pacíficamente, y no con dos padres, sino con cuatro: dos adelante y dos detrás.
La paz que concertaron los gansos no solo dio doble protección a los gansitos, sino que proporcionó a los gansos residentes nuevos hijos para cuidar como reemplazo de los que habían perdido.
Corolario de esta lección de la naturaleza salvaje es que los animales nos dan ejemplo de concertación, de convivencia pacífica, por lo tanto, hagamos eco de las Bienaventuranzas del divino Maestro: que los mansos y los pacificadores recibirán la tierra por heredad y serán llamados hijos de Dios.
Ab. Fernando Coello Navarro M.Sc.
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