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El Telégrafo

La opinión en los límites de la comunicación

18 de septiembre de 2011

En la “República” de Platón se constata una dura condena al sistema democrático ateniense. Platón, observó un problema que se perpetuará por toda la historia de la democracia: la doxa “opinión” en griego. Este concepto griego era utilizado como instrumento por los sofistas, quienes eran los enemigos de la filosofía platónica. Ellos lo utilizaban a través de un discurso acalorado, intentando envolver atractivos emocionales, con una retórica sin muchos fundamentos. Los sofistas eran los que controlaban la opinión pública.

La doxa, en una democracia, pretendía avanzar a ciertos controles políticos. Pero esa forma de control no siempre era racional, es por ello que no tenían un serio compromiso con la verdad. Jean-Jaques Rousseau, en una de sus cartas enviadas al filósofo D´Alembert, afirma categóricamente que el hombre moderno vive casi siempre alejado de sí mismo. En nuestras sociedades contemporáneas, vivimos muchas veces bajo la dictadura invisible de la opinión de los otros. Nuestros gustos por la comida, la ropa, religión, etc. no siempre giran en relación a nuestros verdaderos afectos. La opinión pública es lo que determinaría lo que nos debe gustar y sentir.

Los medios de comunicación de masas nunca se preocuparon en ofrecer una influencia esclarecedora y virtuosa de la opinión pública. Es preciso dejar en claro que la opinión pública no es una sumatoria de las opiniones individuales, como muchos medios de comunicación quieren hacer creer. Las estadísticas sobre la evaluación de un gobierno, los votos para un candidato, las personas que gustan del chocolate, etc., no revelan nada sobre lo que cada uno siente o piensa. Para las estadísticas, nuestros gustos se encuentran pre-definidos en encuestas que constituyen formularios de preguntas hechas a los entrevistados, un puñado de gente, que será -en teoría-, representante de millones de personas.

Así, nunca estamos seguros totalmente de la validez que otorgamos a nuestros gustos y a nuestros pensamientos. Nuestra opinión es fruto de la socialización con el otro. La lógica de la opinión pública es cronológicamente anterior a la del individuo. Llegado a este punto me surge la pregunta: ¿En qué medida, los medios de comunicación –como los sofistas de la antigua Grecia- opinan sobre cómo debemos pensar y sobre cómo debemos vivir nuestras vidas?

David Avilés Aguirre
Investigador ecuatoriano residente en Córdoba-Argentina

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