Resulta decepcionante hojear un periódico, encender el televisor o la radio para buscar noticias. El derecho a informarse es solo una ficción. La verdad, una quimera escondida en tinta tóxica o teatralizada por histriones con micrófono. Una oferta delusoria de opiniones que no son sino retazos incompletos de una realidad virtual, forjada en fragmentos, sin contexto alguno y tejidas con rancia politiquería.
Para muestra, estos botones; 7:00. Mayo 31. Noticiero Ecuavisa. Tras presentar la lista de invitados a quienes se los gradúa rápidamente en la pantalla (con el generador de caracteres) de “expertos, constitucionalistas, ecologistas, analistas políticos, eclesiásticos” (aunque la mayoría aburridos y bombásticos) para el set de noticia el inefable doctor Roberto López. Apodado constitucionalista, editorialista del Expreso, prosélito de Carlos Vera. Con oportunismo, abogado ahora de los familiares de las víctimas del infausto 30 de septiembre. Acude a una cita con la fama. Salir en televisión para usar el dolor, para ensayar una mueca y fingir sapiencia. Usando la mentira pretende engañar al decir que la valentía y los arrestos del Presidente por resolver un amotinamiento gatillaron las armas asesinas. La falacia insolente y burda de insistir en que aquella jornada era una simple sublevación ya es una obra de la estulticia digna de perpetuarla en el muro de la infamia.
Torpe empeño. La gente sabe que la conspiración e intentona golpista perdurará en la memoria de todos los ecuatorianos que defendieron hasta con su vida la democracia. Ciudadanos que no bajarán la guardia y celosamente protegerán su revolución.
Así desfiló López en la pantalla. Insultando, con impunidad mediática, la inteligencia del pueblo.
El siguiente caso es también patético. 18:40. Junio 2. Radio Platinum (Grupo El Comercio). En la edición vespertina del noticiero EcuadoRadio, a dos voces, la lectura de una carta dirigida al presidente Correa por la asambleísta Lourdes Tibán, política favorita del infotainment. El locutor fue quien mejores dotes de actuación mostró. Emulaba con pasión a la asambleísta. Trataba de imitar su arrastre andino y su folclórica expresión. ¿Por qué? ¿Para qué semejante espectáculo tan burdo y de mal gusto? ¿Cuánto gana la sociedad con este circo? Si daban valor informativo a una carta, ¿por qué leerla actuando? Quizás porque la misiva contenía tanta sorna y grosería, ingredientes indispensables para el show escatológico de los medios.
Dicen que el broche de cierre es de oro, pero este parece más bien de azufre, mal oliente que en combinación puede ser ácido y corrosivo. Me refiero a las publicaciones “solidarias” de los periódicos Aedep. 2 y 3 de junio. El Universo, Hoy, El Comercio, La Hora y Expreso. En grandes titulares, en primera plana, el supuesto agraviado defiende la supuesta inocencia de un hecho de pública estafa en la construcción de la Terminal Terrestre de Guayaquil y en cuya compañía subcontratista mantenía acciones uno de los propietarios de este periódico. El espíritu es de cuerpo. Su bandera de lucha, la desmemoria. Bajo el disfraz de la batalla por las libertades humanas se descubre solo la miseria y la gula del poder que se va menoscabando por una ciudadanía activa que ha dejado de creer en los medios de comunicación.
Ciudadanos críticos que van arrugando el papel y secando la tinta de la felonía. Un pueblo que se pronunció afirmando una democracia de real participación y que busca la mirada, ya no de los medios sino de los enteros de comunicación, pues la libre expresión está vigente y fortalecida. La libre difamación en decadencia. El libre pensamiento, libérrimo y el aire perjurio mediático acosado finalmente por la fuerza de la razón.
Ángeles Cardona
C.C. 0401313911