La Ley de Comunicación que se encuentra en su fase final al interior de la Asamblea es necesaria en el Ecuador y de hecho en muchos países del mundo es normal que se desarrolle la actividad periodística con normas y leyes claras que eviten que se atente contra los derechos humanos, reputación, honor y buen nombre de las personas; así como la seguridad del Estado, sin que esto sea una limitante de la libertad de expresión.
Como todo proyecto de ley, es perfeccionable, y por tanto considero que los consensos que ayuden a mejorarla son plausibles. La repartición de las frecuencias de una manera trasparente y equitativa es correcta. La historia indica que en este aspecto se actuó injusta e ilícitamente, en épocas pasadas, favoreciendo a unos pocos que engordaron sus chequeras, sin importarles nada, ni los sagrados intereses de la patria.
La profesionalización de todas las personas que laboran en los medios es correcto, porque garantiza una actividad segura y confiable en un alto porcentaje, en beneficio del país. El tema de las sanciones y otros puntos de carácter restrictivo, tanto para periodistas como para los dueños de los medios; así como el derecho a la rectificación y a la réplica, deben ser motivos de consensos en la Asamblea, para que no contemplen drásticas sanciones, como la de suspender o clausurar medios de comunicación. En fin, esta Ley de Comunicación es perfeccionable y no debe causar preocupación para quienes actuamos en forma correcta, anteponiendo siempre los valores éticos y morales en cada acto de nuestras vidas, buscando siempre el bien común y una patria mejor para esta y futuras generaciones.
Las grandes transformaciones traen temores en ciertos sectores que defienden el statu quo: en su momento y justamente hace 100 años lo vivió el general Eloy Alfaro, sus hermanos Flavio y Medardo, Luciano Coral, Ulpiano Páez y Manuel Serrano, quienes fueron sacrificados en lo que Alfredo Pareja Diezcanseco denominó la “Hoguera Bárbara”. Hoy la historia reconoce en el “Viejo Luchador” al patriota revolucionario que hizo grandes transformaciones, como integrar la Costa con la Sierra, a través del ferrocarril; reivindicar los derechos de las mujeres, profesionalizar las Fuerzas Armadas, crear el Registro Civil; además, dejó una educación para todos, laica y gratuita; los excluidos y olvidados se convirtieron en ciudadanos con derechos civiles y políticos, en fin. Recordar en este mes los 100 años de su asesinato debe ser también un motivo de profunda reflexión y convencimiento de que los cambios y transformaciones son necesarios en un país.
Martín Villegas Cruz
Vicepresidente del Colegio de Periodistas del Guayas