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El Telégrafo

La isla de los condenados

09 de noviembre de 2016

Pienso que todos los seres humanos en el transcurso de la vida buscamos de alguna manera alcanzar la felicidad; tenemos metas, sueños, ideas que creemos que es posible cristalizar y hacemos todo lo posible o al menos intentamos conseguirlas y así sentirnos realizados. Sé que algunas personas consiguen sus sueños y por esa razón se sienten satisfechas con su vida.

Sin embargo, existen otros que han pasado por una serie de vicisitudes y, por circunstancias ajenas a su voluntad, lamentablemente fracasan en cumplir su meta; pero eso no los detiene y siguen adelante como gladiadores; porque sus valores morales, su espíritu de sacrificio y sus capacidades siguen intactos.

Deseo referirme específicamente a la discriminación laboral que existe en Ecuador. Sé que este panorama triste se puede cambiar, creando leyes y derogando otras, y con una mentalidad positiva, que dé prioridad al bienestar del ser humano.

Parafraseando la famosa frase: “Ver el vaso , medio lleno...”, si analizamos el Código de Trabajo, existe el término ‘visto bueno’, que en la realidad no tiene nada de bueno, por el contrario, significa excluir a una persona o se pretende que nunca más ese individuo pueda trabajar como empleado dependiente. Asimismo, en la institución militar o policial consta el calificativo ‘mala conducta’ y otros similares, que equivalen a ‘baja deshonrosa’ y, por lo tanto -según ellos-, no merece una segunda oportunidad en la vida.

Cabe preguntarse: ¿Acaso la separación de la empresa o institución no es suficiente castigo? ¿Cómo piensan los que hicieron esas leyes y reglamentos que alguien pueda sobrevivir dignamente y progresar con esa marca indeleble en su currículo? ¿Existen personas perfectas, inmaculadas, que juzguen (sin ser jueces) y castiguen, y a veces hasta injustamente?

Si todo esto es algo humillante para personas que cometieron algún error ingenuamente, imaginemos a quienes han estado en la cárcel; la discriminación es total y absurda con individuos que ya cumplieron su sanción. En los últimos años se habla muchísimo del buen vivir, equidad, de la igualdad, la disculpa, el perdón, de la reinserción laboral y hasta que los animales tienen derechos. Parecería que todos estos argumentos son solamente para cierta clase social; porque los pobres necesitamos del Estado, para que el país sea más equitativo, más solidario, menos inhumano.

Y es por esta razón que el Gobierno debería sensibilizarse con este grupo de ecuatorianos y las demás generaciones, para no dar lugar a la comparación -como en las películas- de que existe una isla de los condenados.

Atentamente
Arturo Guevara G.
1802130649
Quito

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