La gratitud, según la Real Academia Española, es el “sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera”. Este sentimiento me lleva a reflexionar en varias etapas de mi vida: en mis andanzas como huérfano a los nueve años, como joven entretejiendo amistades que aún las aprecio con cariño, o como cuando llegué desorientado a mi Toronto y donde amigos albergaron mi soledad, alumbrando y atisbando alguna lejana esperanza.
Ahora, después de tantas décadas, nuevamente me ubico desde el horizonte de mi vida para, aunque unos ya no estén, decirles públicamente mi profunda gratitud. Entre ellos, un profesor que marcó mi camino para ser maestro; mis hermanos y hermanas que hicieron el papel de padre y madre y a quienes he tratado de emular su inquebrantable sindéresis; una amiga que en un momento propicio me dio alas convenciéndome de que regrese a Toronto a estudiar porque “tenía madera”; y mi compañera de 35 años que con paciencia y con hechos me demostró que “cuando hay voluntad, hay caminos”.
Así como hay personas a las que debemos tener gratitud porque, de una u otra manera, influyeron en nuestras vidas, también hay otras, lejos de nuestro entorno, más allá de las amistades y familia, a las que deberíamos estar agradecidos por las oportunidades que otorgan en su lucha incondicional a la sociedad. Las tenemos presentes en nuestras mentes y nos beneficiamos a diario de sus esfuerzos. Son personas de valor incomparable, quienes se han desempeñado en sus funciones públicas o en sus emprendimientos privados con honestidad y pulcritud y que, con su ejemplar accionar, han transformado el entorno de los demás, ya sea en lo local o en lo nacional.
He aquí un ejemplo de gratitud declarado públicamente por el expresidenciable Guillermo Lasso en una entrevista con Andrés Carrión. “Esto lo he dicho antes y lo vuelvo a repetir. El presidente Correa ha tenido aciertos; y este gobierno ha tenido aciertos... El primero, para mí, haber introducido en el debate público la necesidad de cubrir una deuda social. Atender los temas de educación, atender los temas de salud. A mí me parece correcto. Me parece correcto haber más que duplicado la inversión en salud y educación... el haber impulsado una inversión en la infraestructura vial...”.
A estos mismos hombres y mujeres que denodadamente nos han servido y que incluso han sido objeto de cinismo, de insultos, de acusaciones sin pruebas, a ellos mi profunda gratitud. Estoy seguro de que esas estulticias malintencionadas no les llegarán ni a la planta de sus pies. ¡Que no sea que con el tiempo sepamos que el país los necesita más a ellos que estos grandes ciudadanos al país! Ahora que están con nosotros, valoremos sus esfuerzos y veamos lo que se ha hecho. Que no lamentemos lo querido cuando está lejos, menospreciando lo que tenemos. (O)
Luis Castillo