El destino manifiesto, como parte medular de las concepciones imperiales de EE.UU. y parte de Europa, es algo que estas potencias económico-militares jamás han dejado de lado.
No importan los miles, millones de muertos, de lisiados, de refugiados, la destrucción de la infraestructura de servicios básicos, la pérdida irreparable de edificaciones patrimoniales que contienen la milenaria historia de los países del Oriente Medio.
Los justificativos para imponer el orden, para que nadie se atreva a cruzar la línea roja son los mismos de siempre: la defensa de nuestros intereses, de nuestros ciudadanos, nuestra seguridad y para que los sufridos pueblos árabes se liberen de sus rapaces dictadores.
A Irak lo invadieron y no tenía armas de destrucción masiva, a Libia le impusieron una zona de exclusión aérea para bombardearla sin oposición y a mansalva durante 8 meses. Son ejemplos históricos, de esos hay bastantes.
La paz es un imperativo, un deber y un derecho de la humanidad. Una exigencia de los pueblos del mundo, una declaración de la ALBA, una exhortación papal.
El mundo es nuestra única nave, dice Dossier, es la frontera final de toda forma de vida. Cuidémoslo.
En la estación internacional del espacio no cabemos todos.
Soc. Andrés Martínez Arrata
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