Para Rudolf Kjellen, creador del vocablo Geopolítica, el Estado es “una revelación biológica o ser viviente”, sujeto a ley del crecimiento, que como organismo vivo nace, se desarrolla y muere, o en algunos casos se transforma. Ese ser supraindividual, agrega, se halla dominado fundamentalmente por la geografía y la raza, y de manera secundaria por la economía, la sociedad y el gobierno; sentando así las bases para el desarrollo de teorías como las “Leyes del Crecimiento del Estado“, y del “Espacio Vital”, dando paso a la oportunidad y el sentido de expansionismo, según el cual, si el Estado (poderoso) no posee el espacio que requiere tiene el derecho de extender su influencia física, cultural y económica.
Este conjunto de teorías y nociones orientaron la política expansionista de la ex Alemania Nazi, y actualmente inspirado el nacionalismo Ruso, acciones similares por parte de USA, Inglaterra, y otros en su momento; de manera que, Siria es un Estado damnificado por las relaciones de fuerza e interés geopolíticos que se tejen como resultado de la denominada Primavera Árabe, que dejo secuelas inesperadas como los desplazamientos, una escalada de violencia civil –sectaria, el desmantelamiento del Estado unitario iraquí y el nacimiento de grupos insurgentes y terroristas que ahora ocupan parte del territorio Sirio.
Dichos acontecimientos han conducido a Siria a perder el control físico de su territorio, al desgobierno e incapacidad para interactuar como miembro pleno de la comunidad internacional; es decir, lo han convertido en un Estado fallido, incapaz de resolver su propia conflictividad (según ACNUR han muerto más de 100.000 personas, 3 millones de refugiados y 6,5 millones de desplazados dentro del país), y dependiente del intervencionismo norteamericano y ruso.
Situación propicia para que Rusia mantenga su único puerto en el Mediterráneo y único aliado, lo que queda del gobierno Sirio, en tanto los intereses norteamericanos son de contener la influencia rusa más allá de sus fronteras y consolidar una coalición de países aliados en la región, estas tensiones por intereses de las potencias, limitan la capacidad de actuación y ejecución de la ONU, y reducen el número de alternativas de solución posible, hasta su polarización, para finalmente decidir el destino del pueblo Sirio por fuera de su Estado.
En definitiva, la comunidad internacional debe pronunciarse y exigir de la ONU la menor intervención posible, y actuar de inmediato “la Intervención debe ser diplomática y no armada, con excepción de los territorios ocupados por los terroristas”, “la salida democrática del régimen de Bashar al-Asad”, “fomentar la reconciliación y el perdón entre Sirios”, y “un proceso de transición liderado por Sirios”; y, en un futuro ideal sancionar a los gobiernos intervencionistas que potenciaron el conflicto.
Soc. Wilmer Suárez Velásquez
C.I 0914472857
Guayaquil-Ecuador
