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El Telégrafo

¿La democracia ecuatoriana en duda?

05 de septiembre de 2015

No cabe duda de que la democracia es un concepto que forma parte de un sistema de entendimiento social. También es cierto que los postulados democráticos poseen un sinnúmero de matices que se prestan para discusiones y controversias, algunas con ideologías disímiles y contrapuestas.

Para el caso ecuatoriano es común escuchar, con metódica y engañosa persistencia, voces que repudian de la concepción de democracia que vivimos. Lo mucho o poco que se parezca a otras democracias son evidenciadas, según el actor político y el mediatismo que esté en vigencia. Soy un convencido de que más allá de los logros más reconocidos de este Gobierno, como la vialidad, salud, educación, derechos populares, calidad de vida, manejo honesto de la cosa pública, están los que poco se promocionan y reconocen, como la institucionalidad, la recuperación de las competencias estatales, la devolución al poder ciudadano de sectores económicos y sociales, tradicionalmente en manos de grupos y partidos políticos que los usufructuaban a su antojo y arbitrio en perjuicio del país; la evidencia del futuro a través de ejecuciones prácticas y consistentes, cambio de matriz productiva y, en fin, muchísimos programas ejecutados que han tenido un significativo impacto positivo en la sociedad ecuatoriana.

Con estos antecedentes no tiene lugar y ni el menor atisbo de credibilidad la honestidad de las marchas realizadas en días pasados contra el actual Gobierno. No solo no conducen a nada, sino que parecería que son justificativos de favores recibidos y que el resentimiento por los espacios de poder perdidos han causado molestias que van más allá de lo soportable y esto se deduce porque sus propuestas no se compadecen con el deseo de la mayoría de compatriotas ni se han visto conjugados los verdaderos intereses del pueblo. Si estas marchas hubiesen ocurrido en Colombia, país sin críticas sobre derechos humanos y con plena vigencia de esa definición de democracia, ya existieran decenas de activistas sociales asesinados y cientos de líderes populares enterrados. Nadie aprende por experiencia ajena, cierto es, ¿pero queremos que se desate la violencia? ¿Estamos remando para detener la mejor época que ha vivido la república hace más de un siglo? ¿Estamos trastornados por los privilegios perdidos? A meditar, compatriotas, porque mucho me temo que, de persistir esta violenta manera de ‘reclamar’, a la corta o a la larga provocará reacciones que, a su vez, generarán enfrentamientos con impredecibles consecuencias.

Preservemos la paz social y adoptemos las alternativas que la democracia ecuatoriana, en su Constitución, detalla y determina con claridad meridiana.

Kléver Medina Alvarado

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