Alejo Sáes, camarada,
hermano, amigo, maestro,
eras gloria de los nuestros,
por la grandiosa alfarada.
Tu huella queda marcada
en el glorioso Gatazo,
en tierras del Chimborazo,
donde sonó la bocina,
levantando el alma andina
cual potente cañonazo.
Era agosto, se luchaba,
Alfaro iba adelante
con su espada rutilante,
y el montonero avanzaba.
El cóndor se agigantaba
con su vuelo sideral,
y en la cima ecuatorial
el abrazo solidario
con el indio milenario
hecho de piedra y metal.
En medio de los fragores
de la guerra encarnizada,
lucían como en oleada
los ponchos multicolores.
Hoy rendimos mil honores
al valor y al estoicismo,
un derroche de heroísmo
en la lucha antifeudal,
Alejo Sáes, el natural,
General del alfarismo.
La grandeza del puruhá
contra la mita, el obraje,
los diezmos, el concertaje,
en Licto y en Pungalá.
Alfaro es la libertad
para la gente de abajo
que come de su trabajo,
por eso es que en forma airada
gritaba toda la indiada:
¡Que viva Alfaro, carajo!
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