Son incontables las ocasiones en que la banca financió campañas políticas y a políticos, relación de la cual los súbditos fueron nombrados ministros, con especial atención a la cartera de finanzas, ahora las prerrogativas han cambiado.

Tenemos a un banquero en la escena política, cuya matriz política actual parte del diseño de una estrategia dual negocios-política (Banco del Barrio-CREO), que daría como resultado el nacimiento de un hijo siamés, rentabilidad  financiera y un movimiento político (CREO), es decir, baja inversión económica y alta rentabilidad política.

El Banco del Barrio tiene una utilidad múltiple, es un negocio financiero que, además de posicionar al Banco de Guayaquil, genera altas ganancias, con alta rotación de dinero y con bajísima inversión, pues aprovecha la infraestructura del tendero, su mano de obra y el mercado de consumidores de este, conformado principalmente por vecinos, con quienes el tendero ha desarrollado vínculos duraderos a lo largo de los años.

Cada Banco del Barrio constituye un espacio para la promoción de publicidad gráfica no pagada, expone el rostro del líder a cientos de compradores, que de manera permanente socializan con el tendero sobre los más diversos tópicos, hasta constituirse en una cuasi central política, puesto que el tendero termina por transformarse en un voceador de las bondades de este hijo siamés.

Sin duda es una estrategia creativa e innovadora que opera en las 24 provincias del Ecuador, en más de 218 cantones y cuya aspiración es llegar a 5.000 en la ciudad de Guayaquil.

Habría que preguntarse, ¿qué tan ético es este proyecto económico-político?

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