Queriendo recordar lo acontecido alrededor del año 1998, cuando se desata la crisis bancaria, encontré algo que me hizo esbozar una sonrisa “Los Isaías fueron empresarios que ayudaban al progreso del país”, dice un comentario del blog titulado “Caso Filanbanco”.
Y lo que vino a mi mente fueron las espantosas escenas televisadas de personas desesperadas, porque todo lo que tenían y por lo que habían luchado en su vida se perdía. Y eso es lo que podemos asegurar. Quienes perdieron no fueron los dueños de la banca privada, “los que ayudaban al progreso del país”, aquellos que disfrutaron durante décadas el dinero de sus clientes, de aquellos que pusieron su confianza en ellos; no fueron aquellos que compraban yates, mansiones y coleccionaban quién sabe cuántas cosas. Bueno, ahora lo sabemos, quienes tuvieron que dejar sus hogares, emigrando fuera de nuestras fronteras y dejando sus familias; quienes perdieron fueron las personas comunes, trabajadores, profesionales, amas de casa que ahorraban todo su esfuerzo y su sacrificio en busca de un mejor futuro.
Todo esto lo recuerdo como ciudadana común, que para ese entonces aún no había logrado su mejor y más anhelado sueño, el convertirse en profesional con título de abogada. Si en ese momento se me hubiese preguntado: ¿Opina usted que las razones del descalabro bancario fueron el uso inadecuado que los dueños de la banca dieron a los recursos de los depositantes? Creo que mi respuesta seguramente hubiese sido que sí, pues es imposible creer que el dueño de una casa no sabe lo que en ella pasa.
Pero ahora la realidad es otra, soy una profesional del derecho, y como tal sé que no puedo afirmar la culpabilidad de ningún procesado, mientras no haya mediado sentencia condenatoria, pues este goza de la presunción de inocencia plasmada como principio del debido proceso en nuestra garantista Constitución, ¿pero hasta cuándo? Después de diez años, aún nadie se atreve a declarar la culpabilidad o la tan defendida inocencia, de ser el caso. ¿Cuándo dejarán de mantener a la justicia en suspenso, cuándo decidirán administrar justicia los llamados a hacerlo? El país necesita sentar un precedente, darle un consuelo a aquellos que lo perdieron todo por confiar en los que lo tenían todo.
Toda esta reflexión vino a mí porque en los últimos días he revisado las noticias y nuevamente la figura de Juan Falconí Puig aparece en la palestra, recordando que es él quien ha sido el portaestandarte de todos aquellos que sufrieron las consecuencias de la quiebra de los bancos, lamentando en silencio que hasta ahora no se haya hecho justicia. Ahora, tras un derecho legítimo de optar por la más alta magistratura que en nuestra profesión se pueda lograr, ser juez de la Corte Nacional de Justicia, una vez más enfrenta el desafío de tener que sortear nuevas persecuciones de quienes nada han intentado a favor de quienes vemos la justicia como símbolo de igualdad, siendo perseguido y cuestionado por quien, a la luz de la notoriedad, es una de las figuras más representativas de uno de los partidos políticos más involucrado en serios cuestionamientos.
Esperemos que por fin, sin más dilaciones, se permita a quienes sí tienen la firme decisión terminar con
esta espera.
Ab. Glenda Ortega Marcial
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