Recién había yo iniciado el primer grado de escuela cuando el director, de pronto, nos reunió a todos los estudiantes en el corredor del patio del recreo y con el puntero nos señalaba en el mapa diciéndonos: “Ahora los peruanos están aquí”. Al otro día hacía lo mismo informándonos: “Ahora están acá” .
Los niños de esa época aprendimos a jugar a la guerra y crecimos odiando a los peruanos. Eran tiempos de invasiones y despojos territoriales. El imperio
del norte lo hizo con descaro increíble y fue garante del Protocolo de Río de Janeiro que nos arrebató casi medio territorio.
Los tratados consagraban esos despojos e imponían la paz con injusticia. Han pasado los años y con la Revolución Ciudadana, como se ha dicho con mucho acierto, “la bandera ecuatoriana flota de nuevo en vientos de dignidad y esperanza”.
La patria ecuatoriana, la de Atahualpa, de Rumiñahui, la del rayo vertical, de la avenida de nevados, la que es el centro del mundo y el cruce de todos los caminos, vive la época de la unión y hermandad de las naciones de la Patria Grande.
El presidente Rafael Correa estrenó una política internacional basada en la hermandad de nuestras naciones porque todas son parte de la Patria Grande de Bolívar. En el primer encuentro de presidentes y gabinetes del Ecuador y del Perú y en la fiesta final exclamó: “Viva el Perú, viva el Ecuador, viva la paz”. Nos inundamos de calma, de desahogo, de hermandad muy profunda que promete un verdadero derrumbamiento de fronteras.
Los países europeos miraban a nuestras naciones como el “patio trasero” de Estados Unidos. Con Hugo Chávez, Lula da Silva, Rafael Correa, Evo Morales, José Mujica, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, con la Unasur y la Celac, resurgen la soberanía y la hermandad. América Latina es ya un referente indiscutible.
El socialismo del siglo XXl estructura sociedades con derechos y oportunidades iguales para todos. Frente a la crisis mundial del capitalismo mantiene un nivel envidiable de crecimiento que nos permite vivir mejor.
Germánico Orbe Villalba
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