No solo Manabí, sino la cultura ecuatoriana deplora la partida de Horacio Hidrovo Peñaherrera, poeta, escritor, maestro y promotor cultural a tiempo completo. Hombre comprometido desde hace muchas décadas con la alfareada, y ahora con la Revolución Ciudadana; digno sucesor de su ilustre padre, don Horacio Hidrovo Velásquez, autor de una de las primeras novelas costumbristas escrita a comienzos del siglo XX, que la intituló: “Un hombre y un río”, obra que refleja con autenticidad y patetismo el alma, la vida, las virtudes y la tragedia del montubio manabita.
Las injusticias de que eran víctimas los campesinos de nuestra tierra. El personaje central de la novela, Celestino Vinces, representa con impresionante realismo el espíritu de nuestros montubios, su temple frente al infortunio. No pocos conocen sus virtualidades: el montubio es noble, generoso, hospitalario, sencillo, pero a la vez altivo, trabajador, leal, cumplidor de su palabra.
Cuántas veces hemos escuchado decir con orgullo: “mi palabra vale más que una escritura pública”. El montubio es pacífico, pero recio defensor de sus derechos y de su dignidad cuando se siente burlado o traicionado. Hidrovo Velásquez, en esta célebre obra que merece ser leída y releída especialmente por los jóvenes, desmiente a quienes creen que el montubio es belicoso o criminal; lo que ocurre es que al sentirse víctima de la injusticia, no le queda más alternativa que hacerse justicia por sus propias manos.
En Manabí, al referirnos a Horacio siempre hacíamos la distinción entre “Horacio el viejo y Horacio el joven”. Esperamos que nazcan en la tierra de Alfaro otros Horacios que sigan la huella de estas emblemáticas figuras de nuestras letras.
Durante muchos años nos honramos con la amistad de los dos Horacios: ambos caballeros y luchadores de vanguardia en la defensa de la justicia, el humanismo y, por sobre todo, por la educación laica universal y gratuita como lo instituyó Eloy Alfaro.
Universi Zambrano Romero
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