Ser honestos es ser coherentes con nuestros principios, valores, creencias y sentimientos, es ser respetuoso con sí mismo y con los demás, es saber dar confianza. La sinceridad y la franqueza van de la mano con la verdad, es ser noble y altruista, por tanto, ser legal, correcto y justo; la honestidad no va con la mentira ni la manipulación. Para saber quién eres no basta verte al espejo; ahí se reflejan tus años, arrugas, manchas o cicatrices, mas nunca tu vida interior ni tu auténtica personalidad. Saber quién eres te ubica en la escala de valores y te da un calificativo: honesto, honrado o indigno e inmoral. Ser honesto es ser libre, sentir, pensar y actuar de acuerdo con su verdadera esencia, no tener conflictos internos y no sufrir la tensión de la falsa moral y el autoengaño; al mentiroso la vida lo encarcela en sí mismo y muy difícilmente podrá ser rescatado ni por su propia familia. La política se ha degradado tanto que muchos la buscan para acumular fortunas mal habidas olvidándose de su identidad; la deshonestidad es un autoabrazo que les llena de chabacanería e ignorancia como lo revelan actos, chats o audios inmorales. ¿Cómo están quienes mintieron, robaron o hicieron de la corrupción su modo de vida? Hay quienes llevan una vida fingida, ocultando lo que son, quizá por miedo, cobardía, comodidad, ignorancia o temor a las dificultades insalvables que tarde o temprano tendrán que enfrentar y pagar; el deshonesto se ha dado la espalda a sí mismo negándose la oportunidad de vivir con dignidad. Una persona honesta se muestra como es; sus pensamientos, palabras, sentimientos y acciones hacen que se proyecte de manera real ante los demás, los politicastros de corazón inquieto y manos ardientes van siendo identificados por sus acciones y mentiras. El “no recuerdo”, “no hay pruebas”, “no lo conozco” y más argucias para eludir a la justicia no es más que el cinismo, mentira y el engaño de una década de corrupción y vergüenza. El tener, ser y hacer con dignidad es de gente honesta y justa. Platón dice: “La conquista de sí mismo es la mayor de las victorias”. (O)
Dr. Rodrigo Contero Peñafiel