Los ciudadanos ecuatorianos esperamos y aspiramos que quienes lleguen a dirigir los destinos de una provincia, cantón y parroquia rural, inicien con pie derecho su administración, pero con buenas intenciones, donde prevalezca la honestidad, sinceridad y servicio desinteresado, sin condiciones, hacia quienes confiaron en sus planes de trabajo y propuestas de campaña.
Que haya un cambio de mentalidad, una manera diferente de hacer una verdadera política de servicio, y no para aprovecharse de los recursos del Estado, que es dinero del pueblo, en beneficio personal, familiar o de sus más cercanos colaboradores de confianza.
Es necesario terminar con el pago de favores y cuotas políticas, con el tráfico de influencias, con el abuso de poder y autoritarismo de determinadas autoridades, acabar con la persecución e intimidación al servidor público que piensa diferente, erradicar el acoso laboral; que los cargos públicos cuenten con personal calificado, idóneo y de acuerdo a su perfil profesional, evitando las improvisaciones.
Que las autoridades de turno no solamente piensen en ser nuevamente candidatos a alguna dignidad popular o quieran seguir viviendo de la política partidista, o que prevalidos de su función pública, busquen acomodarse como docentes en alguna universidad del Estado.
Que cualquier indicio de corrupción tenga inmediatamente el seguimiento y sanción correspondiente, y que la fiscalización sea una norma permanente en las instituciones públicas. Solamente así podremos nuevamente confiar en nuestros gobernantes, porque están para trabajar y no para buscar cómo enriquecerse, porque si vivieran simplemente de sus sueldos, el presupuesto institucional, alcanzaría para ejecutar más obras.
Arturo Lara Noriega